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sábado, 4 de febrero de 2017

MI ORO ALQUÍMICO

Mi objetivo es convertir lo que escribo en oro antes de trocarme en polvo. Ser un alquimista literario cuyo significado etimológico viene a ser mezcla de líquidos. Combinar la estructura gramatical para  evocar lo que siento al contemplar tierra desde una barca, en esos momentos en los que solo me distrae el chiar de unas gaviotas. Hacer entender mi amor por el mediterráneo, las aguas donde todo nació, incluido el monoteísmo. Unas autopistas marinas cuyas olas susurran que el odio te gana amigos, los que odian como tú. Una triste compañía en definitiva. Cosa de ríos porque la mar une y de una forma magistral.

Creo que mis libros son tan buenos que, a veces, sería capaz de convocar al espíritu inmortal de Francisco de Quevedo para convencerles. Hacer lo que la ley natural prohíbe a los seres humanos con tal de poder huir de aquellos que han escalado en la lúgubre arquitectura del régimen.

Mi propósito también es escapar de aquellos para los que escribía que esconden mi nombre  por miedo a verse empequeñecidos. Pido, por tanto, que me dejen con mi pluma y mi ceguera para que nunca me alcance la leche de rencor que salía, y sale, de los senos de esta madre tierra que siempre ha estado en guerra. Cuenten ustedes los osarios que les plazca que yo, si me dejan, pienso sumar los granos de arena de mi playa porque son mi oro alquímico.

¿Es pedir demasiado?


Sergio Calle Llorens 

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