Hay individuos que mueren en estúpidos accidentes
domésticos lo que, posiblemente, les ahorra los achaques de la vejez. Hay personas que perecen de una forma más
decorosa pero, como siempre digo, no son
los años de tu vida sino la vida en tus años. En nuestra existencia nos
topamos con gente que, cuando llega la
tormenta, va a ocultarse, como lindos pajarillos, en los árboles mientras, ya
es hora de decirlo, algunos nos elevamos como águilas en el cielo. Así vemos más
claro y nos mojamos menos. En definitiva, vivir para no descubrir a un cuarto
de hora de la llegada de la parca, que no hemos vivido del todo. A los que le
pasa esto último, creo, les acompaña la marcha fúnebre de Chopin hasta el último aliento.
La vida, queridos amigos, no se termina por perder un
trabajo o en los estertores de una relación romántica. La existencia, sencillamente, se apaga cuando se apaga. Ni un
minuto antes, ni un segundo después. Mucha de esta gente terminará hacinada en asilos para bobos compartiendo miserias
morales y, enfermedades colectivas sin saber ¡pobres caga-lástimas! Que llevan
demasiado tiempo oliendo a cadáver.
Como dice un viejo proverbio irlandés; Aitnichear an leomhan air scriob delongann; que en español viene
ser algo así como el león es conocido por las marcas de sus garras. Por lo tanto,
ahora que arriba la Navidad, es
momento de hacer examen de conciencia para validar nuestros sueños y
esperanzas. Personalmente, y miren que lo he tenido difícil, he podido cumplir la quimera de no tener que darle la mano a diario a la gente que detesto. Además, he alcanzado a publicar en un año los tres
libros que quería y, gracias a la generosidad de todos ustedes, se están
vendiendo- que en la España de
chichinabo actual es decir mucho- lo que
me hace sentir un ser privilegiado. Son mis garras y es mi marca.
Si yo he podido, usted también puede. Si yo lo he logrado, usted debería alcanzar sus metas con el arsenal de
la ilusión que es el material con el que se forjan los sueños. No le importen nunca las lenguas bífidas que tratan de apartarle de su camino. Lo relevante es
la voz interior que conecta, ya lo creo que sí, con toda la sabiduría del
universo. Por eso, cierre los ojos y sueñe con todas sus fuerzas. Luego eleve
una vieja plegaria al cielo. Y le aseguro que, esta vez sí, usted volverá a
nacer.
¡Feliz Navidad!
Sergio Calle Llorens