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domingo, 6 de noviembre de 2016

SALIDAS

Si no se fía de su marido, controle su móvil, controle sus correos electrónicos y, sobre todo, controle su cuenta corriente. Son, simplemente, tres cositas. El tres es un número que cabalísticamente hablando viene a ser sabiduría. El conocimiento que les falta a algunas señoras para dejar de molestarme con las historias de infidelidades protagonizadas por sus parejas. Dos largos años aguantando batallitas para luego, una vez resuelto el problema amoroso, tratarme como si no me hubieran conocido jamás.  En fin que, como dice el refrán; amigo que no da y cuchillo que no corta, si se pierde no importa.

En realidad, entiendo muy bien a estos hombres que engañan a sus mujeres ya sea por aburrimiento o por sentirse vivos de nuevo. Yo también luché en su momento por salir cada día con mujeres despampanantes. Sin embargo, mi batalla hoy es que mi hija pequeña no salga de mi cama un domingo por la mañana. Sencillamente, quiero que el reloj, como dice la canción de Los Panchos, no marque las horas para que ella siga allí abrazándome mientras sus ojos verdes de luna embotellada observan con ternura. Pensaba en ello contemplando la veleta que lanza destellos dorados con la luz del alba; Paz, amor y unan plegaria que languidece cuando, como aquel personaje en el Fausto de Goethe, siento que nunca como el anochecer conoce el hombre lo que vale su morada. La mía, huelga escribirlo, vale más que el oro por la presencia de mis hijos. Y es que la paternidad es la única zona templada de mi existencia. El paraíso adonde acudo par invertir todos los secretos que he ido aprendiendo durante los años. Me vacío con ellos. Me entrego con toda la pasión que soy capaz de reunir en cada momento. Y lo hago sin esperar una letra de cambio. La única alteración que ocurrirá es un futuro en el que mis vástagos estarán lejos de uno como manda la ley de la vida. Por eso, disfruto cada segundo como si fuera el último. Hasta ese apagón definitivo, no pienso permitir de nuevo que nadie venga a importunarme con sus líos de cuernos. Aprendan a amar y dejen, sencillamente de dar el coñazo. En definitiva, sean más salidas y dejen para otras las salidas de tono.


Sergio Calle Llorens

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