Una persona
antes de las redes sociales era un ser incompleto, pero con ellas, es un
individuo acabado. Da igual la que usemos porque todas, absolutamente todas,
son una gran mentira. Ciertamente tienen una utilidad para comunicar nuestra
visión del mundo pero, en realidad dan una falsa sensación de que el resto de
mortales nos aprecia.
Es posible
que mi apreciación sobre estas plataformas venga determinada por el hecho de
que yo no soy un tipo especialmente simpático. Empero, no me parece normal
tener a tantos seguidores agregados cuando la mayoría jamás se atiene a
contestar a los mensajes. Soy de los antiguos y, si le mando un pésame a
alguien por la muerte de un familiar, lo mínimo es responder a ese comunicado
que, si no es no oficial, al menos oficializa el cretinismo de quien no lo
replica. En el otro extremo encuentro a gente que me felicita por la onomástica
como un perro recibe la llegada de su dueño. Incluso llegan a ponerse
sentimentales. Y miren, estas cosas me superan porque si realmente me tuvieran
aprecio, con mandarme una caja de champán francés me sobra.
De todas las
redes sociales la más lamentable, sin duda, es Facebook. Allí encuentras una
fauna peculiar que trata de demostrar cuan felices son. Un viaje. Un desayuno
con alcaparras. La singular boda del primo Agustín. Un vídeo de mínimos y, por
supuesto, esa advertencia que dice; “estoy superfeliz con Pablo Aguilar
Martínez. Lógicamente cuando leo a
diario ese tipo de mensajes mis
sospechas se disparan. Esos recados suelen ser cosa de señoras casadas y, ya saben
lo que eso significa. En esa misma línea de sufrimiento se encuentran las
féminas que pasan todo el día poniendo fotos luciendo palmito. Supongo que a cada
me gusta del personal, la dama llega al orgasmo. Lo sé porque muchas de ellas
me lo han confesado en privado e incluso me afean que yo nunca sea de los que
aprecian sus instantáneas. En mi defensa he de decir que no tengo defensa
alguna porque me importan un carajo las fotos de los otros. Si escribo para
diferenciarme de la gente ordinaria, con la fotografía pretendo evocar y nunca
provocar infartos de miocardio. Además el mal gusto está reñido con la
provocación y una foto de una mujer durmiendo completamente maquillada y
luciendo pechotes me produce hilaridad.
También me molestan las causas solidarias tipo; “comparte si estás a favor de la lucha contra el cáncer”¿
Y quién podría estar en contra de eso? Sin embargo, más que poner chorradas en
los muros del libro de las caras, lo relevante sería donar dinero contra esa
terrible enfermedad. Que yo sepa, nadie puede acabar con esa dolencia
encendiendo velas. En verdad la gente suele compartir esas cosas para que todos
puedan ver lo maravillosos que son. Ustedes que me van conociendo, saben de
primera mano que soy un auténtico cabrón. Que no soporto a los papanatas y,
mucho menos a los que van por la vida fingiendo ser Teresa de
Calcuta. Además jamás he escondido que
soy un soldado que mueve la pluma como la espada.
De Twitter
ya he dejado escrito alguna vez que no todos los que lo usan son unos tarados
pero todos los tarados tienen twitter. Al margen de ese pensamiento lapidario,
encuentro que sus usuarios repiten hasta la saciedad lo mismo que llevan piando
otros durante horas. Y se me hace insufrible. Especialmente ahora que la
siniestra se ha vuelto rabiosamente antijudía y, la derecha ha abrazado de
nuevo a esa enfermedad mental llamada
nacionalmadridismo. La consecuencia es
que esta red social me aburre la mayor parte del tiempo, me ofusca la otra
parte y, solo a veces noto el aliento fresco de algún genio.
Por su
parte, Linkedin es al mundo del trabajo lo que el servicio andaluz de empleo en
la lucha contra el paro; una completa nulidad. Si el propósito de la vida es
convertir la potencialidad en perfección, esta red laboral tiene como objetivo
fundamental hacer creer falsamente al personal
que puede encontrar trabajo con un par de golpes de ratón. No se puede ser más rata.
En un mundo
donde se confunde movimiento con rendimiento y dar vueltas con avanzar, las
redes sociales han venido a consolar a las mal folladas, a los lobos
solitarios, a los desempleados y a todos aquellos que sufren taras profundas.
Una pléyade que me recuerda a ese chiste:
-
Maruja
está lloviendo y sigues siendo fea y gorda de cojones.
-
¿Por
qué me dices eso Paco?
-
Porque
me dijiste que con el tiempo cambiarías.
El tiempo es
como el dinero que, no cambia a nadie sino que los descubre. Y las redes
sociales revelan que la salud mental de
la humanidad lleva al planeta al más terrible de los apocalipsis. Las mejores redes´; las de pesca.
Sergio Calle
Llorens
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