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miércoles, 18 de marzo de 2015

QUISIERA YO


Creo que tengo una fabulosa propensión a transitar por sendas que siempre culminan en malentendidos. En consecuencia, tengo un alma intoxicada de conflictos, desprecios y ataques casi siempre personales. Algo a lo que debería estar acostumbrado y, en cambio, reconozco que me sigue afectando. He de añadir que cuando uno camina por el peligroso desfiladero de la crítica, se ha de tener una mandíbula encajadora. Empero, me afectan los ataques cuando llegan de aquellos que dicen apreciarme. Soy soldado viejo muy habituado al combate con espada y a las distancias cortas. Otra cosa son las puñaladas por la espada de los compañeros de armas. Y esas heridas se llevan en el alma de por vida. Incluso duelen cuando uno se sienta a contemplar la lumbre en la noche fría con dos cuartos de vino, pensando que la lesión ya estaba cicatrizada.
La carta náutica de mi vida siempre termina en naufragio y, sin saber muy bien como he sobrevivido al siniestro, vuelvo a caminar por la playa para reunirme con mis camaradas de lucha. Es una prolongada deriva de derrotas y penumbras que se asoma al abismo más absoluto. Mitad soldado que arde de pasión. Mitad poeta que implora perdón por ser diferente. Quisiera yo que se me aceptara tal y como soy. Quisiera que mi apellido no supiese ningún problema en el país que, pese a todo, amo. Quisiera yo que hablar en mi lengua secreta no se tomase como un ataque a nadie. Quisiera que mi voto no fuese interpretado como un ataque a nadie porque, errado o no, estoy convencido de que ser liberal es la mejor opción para vivir en libertad. Decía John Lennon que ser honesto puede que no te de muchos amigos, pero te dará los amigos adecuados. En mi caso, en cambio, solo me ha traído la más absoluta de las soledades. Mi recuento de las llagas emocionales por esta guerra inacabada se está cobrando su precio. Sencillamente no puedo más, o así me siento la mayor parte del tiempo.

Con ganas de perecer después de luchar en diferentes campos de batalla, ni cuando salvo a la soldadesca de las heridas mortales, recibo si quiera una palmadita en la espalda. Y a pesar de todo, siempre comando el combate al grito de; “hermanos, más vale salto de matas que ruego de buenos”. Cuando ya no esté, y estoy es una certeza, solo mi espada me echará de menos o, eso quisiera yo.

Sergio Calle Llorens

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