Creo que
tengo una fabulosa propensión a transitar por sendas que siempre culminan en
malentendidos. En consecuencia, tengo un alma intoxicada de conflictos,
desprecios y ataques casi siempre personales. Algo a lo que debería estar
acostumbrado y, en cambio, reconozco que me sigue afectando. He de añadir
que cuando uno camina por el peligroso desfiladero de la crítica, se ha de
tener una mandíbula encajadora. Empero, me afectan los ataques cuando
llegan de aquellos que dicen apreciarme. Soy soldado viejo muy habituado al
combate con espada y a las distancias cortas. Otra cosa son las puñaladas por
la espada de los compañeros de armas. Y esas heridas se llevan en el alma de
por vida. Incluso duelen cuando uno se sienta a contemplar la lumbre en la noche
fría con dos cuartos de vino, pensando que la lesión ya estaba cicatrizada.
La carta náutica
de mi vida siempre termina en naufragio y, sin saber muy bien como he sobrevivido
al siniestro, vuelvo a caminar por la playa para reunirme con mis camaradas de
lucha. Es una prolongada deriva de derrotas y penumbras que se asoma al abismo
más absoluto. Mitad soldado que arde de pasión. Mitad poeta que implora perdón
por ser diferente. Quisiera yo que se me aceptara tal y como soy. Quisiera que
mi apellido no supiese ningún problema en el país que, pese a todo, amo.
Quisiera yo que hablar en mi lengua secreta no se tomase como un ataque a
nadie. Quisiera que mi voto no fuese interpretado como un ataque a nadie
porque, errado o no, estoy convencido de que ser liberal es la mejor opción
para vivir en libertad. Decía John Lennon que ser honesto puede que no te de
muchos amigos, pero te dará los amigos adecuados. En mi caso, en cambio, solo
me ha traído la más absoluta de las soledades. Mi recuento de las llagas
emocionales por esta guerra inacabada se está cobrando su precio. Sencillamente
no puedo más, o así me siento la mayor parte del tiempo.Con ganas de perecer después de luchar en diferentes campos de batalla, ni cuando salvo a la soldadesca de las heridas mortales, recibo si quiera una palmadita en la espalda. Y a pesar de todo, siempre comando el combate al grito de; “hermanos, más vale salto de matas que ruego de buenos”. Cuando ya no esté, y estoy es una certeza, solo mi espada me echará de menos o, eso quisiera yo.
Sergio Calle
Llorens
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