El macuto de un soldado es como el bolso de una mujer; un claro ejemplo
de su personalidad. También los libros que vamos apilando en las estanterías
por falta de espacio dicen mucho del temperamento de cada cual. Pensaba en ello
en la anochecida junto al mediteterráneo. Ese bendito mar que me aleja o acerca
certezas según la marea. Saboreaba un Jumilla junto a unas viandas que
intentaban calmar el hambre que rugía en mis tripas como el sonido de una
andanada de cañones sobre el agua, cuando, para mi sorpresa, apareció el Quijote apócrifo en uno de esos estantes.
La pregunta es obligada; ¿Quién lo escribió y por qué? Probablemente por
venganza pero responder lo de la autoría de la obra que no escribió Don Miguel
de Cervantes es mucho más difícil. Fue en 1614 en Tarragona donde apareció la
segunda parte de Don Quijote firmada por Alonso de Avellaneda. Un seudónimo que
escondía la verdadera personalidad del escritor que tanto molestó al manco de
Lepanto. Existen dos teorías que voy a tratar a continuación.
En la segunda, y verdadera parte del Quijote, Cervantes nos da varias
claves en las que apunta como autor de la afrenta, aunque de forma muy velada, a Jerónimo de Pasamonte. Un
tipo que fue reo de los turcos como Cervantes. Alonso Martín Jiménez,
profesor de la literatura de la Universidad de Valladolid, es un gran defensor
de esta tesis. Sus mercedes recordarán el capítulo de la primera parte en la
que aparece Pasamonte en una cuerda de presos. Esta anécdota molestó tanto al
aragonés que se habría vengado de Cervantes plagiando su obra. De hecho, en el
capítulo 51 de la segunda parte de las andanzas de nuestro héroe universal, lo
vuelve a nombrar para mofarse de él. Además entre capítulo y capítulo lo
menciona también de forma velada. Sin embargo, hay otro candidato y, por
supuesto, no es Lope de Vega. Javier Blasco, catedrático de la Universidad de
Valladolid es el que sostiene que el Quijote apócrifo fue obra del dominico
Baltasar Navarrete. Su tesis se basa en que la forma en la que está escrita la
obra de Alonso de Avellaneda coincide enormemente con la de la Pícara Justina
publicada en 1605. Obra que fue escrita por el propio Navarrete, según desvelan
unos legajos aparecidos recientemente. El problema es que el dominico nunca
tuvo ninguna cuita importancia con Cervantes. Dicho de otra forma, el dominico no tenía razón alguna para escribir el Quijote apócrifo. Modestamente, me inclino a pensar
que fue Pasamonte el hombre que se esconde tras la máscara de Avellaneda.
Sea como fuere, lo cierto es que cuanto más cerca estamos de encontrar
los huesos de Don Miguel de Cervantes, más ganas tengo yo de sacar de mi
mochila vital esos misterios cervantinos que tanto cobijan mi alma. Y todo con
la esperanza de que un brillante amanecer cultural retire, al fin, el oscuro
telón que envuelve a España en esa tiniebla viscosa que llamamos ignorancia.
Sergio Calle Llorens
Cervantes fue el vivo ejemplo de cómo ser lúcido y español apareja poca esperanza y mucha amargura: murió solo y en el anonimato. En Inglaterra, tendría cien estatuas.
ResponderEliminarCervantes quería ser Lope de Vega, Lope Cervantes. Quevedo quería tener el reconocimiento de Góngora y los dos se odiaban. La envidia, en parte, lo explica todo. Saludos
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