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jueves, 23 de octubre de 2014

LA ISLA DE LOS NAUFRÁGIOS III

Ha pasado mucho tiempo desde que yo dibujaba elipsis de pasión en sus curvas de mujer. Tanto que ya sólo guardo en la memoria algunas palabras en voz queda y esos gritos de lujuria en aquella morada con vistas al Sena. Desde entonces, me cuentan, no has podido coger el cielo con las manos. Ni siquiera mis consejos para coser su alma rota la han salvado de las sombras. En el sur de su cuerpo, algo ajado por los años, no puede entener que en mi rostro no haya ni rastro de los efectos de la lluvia. Yo, un superviviente, ella un cadáver andante. Ellos, en cambio, no tienen nada que contarme.

Algunas primaveras también pasaron desde que le dijera a mi amigo aquello de que a la mujer y al viento, con mucho tiento. Le advertí sobre esa chica morena y su doble juego. Una vez que empezó con aquello de que quería dejarlo para no engacharse a él, dudó en aceptar mis palabras; "cuando una señora pasado la treintena te da esa excusa tan buena, otro, sencillamente, le está regando la hierbabuena". Desapareció, claro, o se la engulló la noche para siempre. A los amigos hay que contarles la verdad aunque les duela e, incluso, a riesgo de perder la amistad. Hoy vive anclado en el pasado. Pasea como un jubilado. Viste como uno de ellos y se relaciona como si lo estuvieras a pesar de tenerlo todo por delante. Y tal vez, eso es lo que le aterre tanto.

Confundir el amor de tu vida por un amor en un momento de tu vida. Un trabajo con tu existencia. Una relación como la meta y no como el camino a iniciar en este peligroso desfiladero de las relaciones cortas. Y cortas fueron aquellas. Y casi he dejado de pensar en todas, para lo bueno y para lo malo. Sé muy pocas cosas pero lo que sé, lo sé bien. Sin embargo, es una sabiduría que no se debe compartir con aquellos que no saben aceptar los arcanos del mundo. Ellos, por supuesto, deben de seguir viviendo en su más absoluta oscuridad, en la más terrible ignorancia hasta que un día, no muy lejano por cierto, se den cuenta que no han vivido porque no amaron con mayúsculas. Y cuando se percaten de ello, yo hace tiempo que habré adentrado anclado mi barca en la Isla de los Naufrágios Podré decir que han sido mi vida en los años y no a la inversa. Podré afirmar que a mi atalaya no pudieron subir jamás. Podré sentir que mi vida ha merecido la pena. Y si entonces, tal como ahora, me siguen criticando a mis espaldas, será porque les llevo varios siglos de delantera.

Sergio Calle Llorens

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