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viernes, 13 de junio de 2014

TRABAJAR DURO


No concibo la vida sin el trabajo. No entiendo la existencia sin el dolor. No imagino andar por el mundo sin mi espada. Prefiero la pelea a bajar la cabeza y, cuando arriba la derrota me marcho a casa a limpiarme las heridas. Esta actitud existencial me permite dormir a pierna suelta. Sé en mi fuero interno que lo he dado todo. Me dejo la piel en cada minuto. Perder es no intentarlo. Fallecer es no vislumbrar un futuro mejor lejos de la patética Andalucía y sus patanes dirigentes.

Mi semana ha sido dura, durísima, pero al fin ha llegado la hora del descanso. Puedo sentarme en una terraza  junto al mediterráneo a degustar una cerveza fría. Una vez cumplida con la misión, las rubias saben mejor y los atardeceres rojos adquieren su verdadero sentido. He trabajado más de 15 horas diarias. He sudado la camiseta y he enseñado los dientes. Pienso en Rafael Nadal cuando tras ganar su noveno Roland Garros confesaba que estuvo a punto de llamar a una ambulancia. Sentía que, de alguna manera, se moría. El mallorquín que no tiene nada que demostrar prefirió seguir luchando para llevarse un partido durísimo.  Luego vino lo del himno y sus lloros. Al respecto sólo se puede decir que un hombre puede llorar porque las lágrimas pueden apagar cualquier fuego enemigo. La llama de la españolidad explica esa forma de comportarse.

Ser español no es una excusa sino una responsabilidad. Apretar los dientes y no darse jamás por vencidos. Ser español es dejar atrás las locuras de nacionalistas trasnochados. Ser español es abandonar la estupidez andaluza de la alergia al trabajo. En definitiva, ser español es pelear hasta la última gota de sangre y, una vez derrotado, aceptar el destino y dar la mano al adversario hasta la próxima vez, porque siempre hay una próxima vez.

Desgraciadamente hoy ser español se ha convertido en una pléyade de despropósitos. En el cine, por usar un  ejemplo sangrante, se prefiere hacer películas de perritos amaestrados que de personajes como Bernardo de Gálvez o Blas de Lezo. Tal es el complejo y la estupidez de  gran parte de nuestros nacionales. Para hacer algo grande, hay que pensar en grandioso. Apostar por los sueños porque el destino no hace visitas a domicilio, ni las hará jamás.  Ser español es salir al mundo a asaltar naves ajenas armados hasta los dientes. No nos darán tregua jamás.

España sólo podrá salvarse si comenzamos a actuar con una profunda ambición. Como la de esos Puertorriqueños pidiendo que su país vuelva a reintegrarse en España, su verdadera patria. Quieren retornar a ser lo que siempre fueron; españoles en el caribe. El trabajo duro es lo que nos devolverá al lugar que nos tiene reservada la historia. Bien lo saben ellos, y bien lo sabemos algunos a esta parte del gran océano que, por cierto, llamamos charco. Cuestión de mirar al mundo con la mirada correcta.

España no es una nación cualquiera. Sin ella no se entiende la historia del mundo. La antigua Sefarad es un puente al mundo judío. Un trozo de tierra americana en Europa. Un aliento de Celtiberia en America. Una nación con vínculos con naciones asiáticas. Depende de nosotros devolverle el esplendor pretérito y, para ello, no hay otro camino; trabajar, trabajar, trabajar.


Sergio Calle Llorens 

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