El método Guardiola es un referente mundial a la hora de
dirigir cualquier club deportivo y, si me apuran, hasta el de una empresa. El
actual entrenador del Bayern tuvo una frase mágica que nos enseña el camino
para llegar a la excelencia; “ Hay un instante mágico, durante la preparación
de un partido, en el que digo ya lo tenemos, mañana ganamos”. Y somos muchos
los que acudimos a esa piedra filosofal para buscar la excelencia en nuestras
profesiones. Es el amor por el trabajo bien hecho. La aplicación
del sentido común que es el menos común de los sentidos. La humildad y la
sapiencia necesaria para trabajar en equipo. Un cóctel basado en el coaching
que Pep ha elevado a categoría heroica. Trabajar y trabajar hasta encontrar la inspiración que nos eleve por encima del resto de los mortales.
Es imposible no recordarle ese 19 de diciembre de 2009
llorando tras conquistar el mundial de clubes. Había perdido mucho pelo por los
nervios. Un año después de hacerse con las riendas del club, el Noi de
Santpedor había ganado las 6 copas disponibles. Conjuró los egos, contentó a
todos y les hizo sentir importantes. En realidad, el método Guardiola es
conocer el entorno y a las personas que trabajan con él para colocarlas en el
lugar exacto en el momento correcto. Si con la posesión de la pelota, el
Barcelona minimizaba los riesgos, con el control del vestuario, implicaba en su
inmensa ambición a todos los soldados blaugranas. Hay
quedan los grandes titulares de la prensa de todo el mundo rendida a la lírica
de su fútbol. Y no era tanto ganar todos los títulos, sino la manera de
obtenerlos, con ese respeto por los rivales.
La seducción que Pep ejerció y ejerce con todos aquellos que
trabajan a su lado conlleva una confianza ciega en la victoria. Guardiola crea
una organización efectiva en la que todo funciona como un reloj. Exige al máximo
porque es el primero en exigirse. Tal era la desesperación que causó en los contrarios, que Florentino Pérez contrató a un hombre sin escrúpulos como Mourinho
para terminar con una hegemonía insultante para el Real Madrid. Luego, el
presidente blanco creaba bulos como los del falso doping que llevó a que la COPE tuviera que pagar una
indemnización millonaria al Barcelona. Una estratagema tan sucia que el propio
José María García no ha dudado en desvelar a pesar de sus gustos futbolísticos.
El otrora rey de la radio también desveló como muchos antes el Alcalde de Madrid Álvarez del
Manzano se opuso siempre a la recalificación de terrenos que, como saben, llevó al mayor escándalo en la historia del PP.
Y todo con la intervención del mismísimo Aznar. Empero, todo fue en vano, el
Barcelona seguía por la senda de la victoria y Mou tuvo que optar por marcharse
humillado por el sucesor de Guardiola a pesar de que media temporada estuvo
fuera por el maldito cáncer.
Guardiola con su perfeccionismo y su obsesión por el detalle enseñó el camino a España en
la conquista del mundial, la mayor gesta del fútbol patrio. Guardiola
representa lo bueno del deporte, Florentino, en cambio, es justo lo contrario;
el hombre que pide el indulto para Del Nido, el empresario que farda ante Jordi
Évole de dinero mientras le da palmaditas en la espalda, el tipo que se
presenta en las redacciones de los diarios para pedir la cabeza de aquellos que
critican a su arrogante club. Por eso,
cuando hoy todo parece perdido y el de Santpedor contempla en la distancia la
descomposición del club de sus amores, le viene a la cabeza aquella frase de MacArthur tras la invasión
japonesa de las Filipinas; “Me voy, pero volveré”. Y es que Guardiola será
McArthur y expulsará a los invasores del paraíso. Es su destino.
Sergio Calle Llorens
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