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miércoles, 12 de febrero de 2014

CABALLEROS DE ALBORÁN

Es un honor anunciarles que en la pasada otoñada los Caballeros de Alborán decidieron, y por unanimidad, nombrarme miembro de honor de su elitista orden. Me cuentan que su elección viene motivada por algunos versos libidinosos y, también, por mi lucha sin cuartel contra la corrupción en la taifa del sur. Por ello, el próximo día de los enamorados me van a entregar la insignia de oro de la hermandad y, como pueden imaginar, estoy loco de contento. No por el premio en sí, sino porque es la primera vez que se me reconoce en mi propia tierra. También, y no menos importante, por el hecho de que en esta región malagueña nunca existe unanimidad ninguna. Creo que la última vez que la tuvimos fue hace unos años cuando a todos nos dio por contraer la gripe. Al margen de eso, la más absoluta disonancia.

 Como hay personas que gustan de presentar una dilatada parentela y yo soy una de ellas, en cambio, hay personas que son más morosas y reluctantes a aceptarlas. Yo, que prefiero la compañía de hermanos de armas, que de parientes retrasados, y aunque no he de desvelar  los secretos de la orden a la que estoy a punto de recibir merced, he decidido dedicarles estos modestos versos con la esperanza de devolverles el gesto;

Vivan los Caballeros de Alborán
Cuyo único deseo es eyacular
En casa, bosquecillo o piso
Sin ningún tipo de compromiso

Comparto sus métodos de lucha
Contra Andalucía, pura poesía
Contra la perfidia catalana
Mediterráneo de mañana

En la región del no hacer nada
Y de las soluciones demoradas
Patética arcadia adormilada
Vivan los hombres con espada

Oda a quienes luchan sin cuartel
Contra la autonomía de papel
A pesar de los constantes revolcones
Que se dan sindicalistas en sus colchones

Hombres sabios y libérrimos
Amantes de leyendas y de arcanos
Que de poder librar batalla
Mandaban al infierno a esos canallas

Con la luz derramada del crepúsculo
Y a punto de arribar la anochecida
Elevo al cielo un grito;  dulces sueños caballeros
Que ya nos cepillaremos a la hija lerda del farero


  • Cepillarse; en el sentido de despedir a una persona de un empleo o destituirla de un cargo. Para malpensados.

Sergio Calle Llorens


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