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miércoles, 15 de enero de 2014

LOS MEDICAMENTOS DE BANGLADESH

Millones de tinta derramadas para defender lo conveniente de contar con una autonomía en Andalucía. Billones de editoriales programados para apoyar la locura del autogobierno. Nos prometieron el cielo y nos condujeron al más perverso de los infiernos. Y hoy, precisamente, hoy, es un buen día para recordarles lo equivocados que estaban todos. A los directores de Diarios, a los periodistas, a los tertulianos y a todos los andaluces, porque, en realidad, todo fue un monumental engaño.

Más de tres décadas de dominio socialista en la taifa del sur para que, al margen de ser los reyes del paro y de los recortes sanitarios en toda España, los laboratorios asiáticos se hayan hecho con el 70 por ciento del volumen total de la tercera subasta de medicamentos de la Junta de Andalucía. Dicen que para ahorrar. Hablamos de laboratorios de países tan avanzados como Bangladesh y la India. Parece que Susana Díaz se ha metido a cantarnos “We are the World, we are the children”.

A la inútil de Díaz se le olvida mencionar que dos de esos laboratorios están vetados en Estados Unidos. Sin embargo, a partir de ahora todas las farmacias tendrán que dispensar por pelotas medicamentos mucho más difíciles de digerir y cuyo olor, aspecto y sabor es similar al de esas cochambrosas naciones donde se han producido. Huelga decir que si los de la secta del capullo no son capaces de seguir el rastro al dinero de las empresas a las que subvenciona- véase Isofotón- no van a mandar a sus inspectores a Bangladesch a vigilar la fabricación de esos medicamentos.

Como les digo, tres décadas de autonomía han servido para llevarnos a la ruina más absoluta: corrupción, corruptelas, nepotismo, insoportable carga fiscal, más paro y más descerebrados a los que mantener. Nada ya pueden ofrecernos los mismos que nos condujeron al averno andaluz. Y lo peor, es que no se les cae literalmente la cara de vergüenza.

Afirmar hoy que Andalucía es el ejemplo a seguir por el resto de España es un eufemismo de proporciones cómicamente grotescas. Por eso, escuchar  la Sexta hablando de derechos sociales mientras oculta los recortes de la taifa del sur, es un insulto a todos los ciudadanos. Sobre todo ahora que hablan tanto de Burgos, lugar que desde los tiempos del Cid no había sido tan nombrado.

Si se trataba de ahorrar, Andalucía tiene miles de rincones en donde recortar; subvenciones a los medios amigos, Canal Sur, Delegados provinciales, enchufados y, sobre todo, en los sindicatos a los que la propia UE ha dejado de enviar fondos tras los escándalos económicos en los que andan envueltos.

La realidad es que tanto la clase media como los más desfavorecidos están pagando las locuras de un autogobierno que no se puede mantener por más tiempo. Lo dije entonces y lo vuelvo a repetir ahora; la primera medida para que Andalucía salga de su crisis particular es la de suprimir la autonomía andaluza.

La historia de la autonomía andaluza es la de un fracaso colectivo que ya, ni siquiera el periodista más entregado a la causa puede negar. La Junta, sencillamente, no ha podido evitar tras más de 30 años que la mayoría de los medicamentos que tomábamos hasta ahora son alemanes distribuidos o fabricados en Cataluña. En Andalucía, por lo visto, sólo se les ocurre hacer ERE para que la gente de La Garduña socialista se enriquezca. Y tener una autonomía que roba a cara descubierta no es algo que quisiera nadie en ningún rincón del planeta.

Como hay ganas de aprovechar una protesta vecinal en una ciudad castellana para, como dice el iluminado de Felipe Alcaraz,  abrir un proceso constituyente, podrían algunos dirigirse a Andalucía con objeto de asaltar el Palacio de San Telmo. Pero claro eso sería fascismo en estado puro. En cualquier caso, muchos deben de ir intuyendo que en este matrimonio con Andalucía, en vez de un juez, nos debería haber casado un jurado formado por gente inteligente. Ahora queremos el divorcio y mandar a toda esta pandilla de sanguijuelas al paro. Después de todo, siempre podrán ir a Bangladesh a trabajar en los laboratorios a los que han hecho ricos esos hijos de la grandísima puta.

Sergio Calle Llorens

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