El andaluz medio ha elegido vivir lamiendo las
botas de los tiranos antes que usarlas para patearles el trasero. Del “Vivan
las caenas” al voto útil al bipartito de izquierdas más corrupto en la historia
de España. Una masa atocinada que carece de ideales. Una raza paupérrima y
analfabeta que sigue empeñada en vivir de las migajas. Atrapados en una
estructura de poder basada en el caciquismo y en la ignorancia. El infierno es
andaluz y los diablos hablan con acento sureño.
El coste del mantenimiento y limpieza del
Palacio de San Telmo se eleva a un millón de euros, pero el pueblo andaluz
calla. El bipartito andaluz, abanderado contra los recortes, congela el 5% de
los sueldos de los funcionarios para mantener a los 25.000 enchufados
socialistas en la administración paralela. La justicia deja casi sin castigo a
los que durante décadas asaltaron las arcas del ayuntamiento de Marbella.
Muchos escolares siguen estudiando en barracones, mientras sus padres son
atendidos en los hospitales públicos que construyó Franco y, que ahora tunea el
gobierno andaluz. Sin embargo, el andaluz no reacciona. Mejor dicho, sólo
reacciona si le mientan a su equipo de fútbol favorito o a su cofradía de
semana santa. El resto, le trae sin cuidado. Mucho más si los socialistas
pastan del presupuesto que, según el imaginario andaluz, no es de nadie. Los
primates andaluces creen cualquier historia que les cuente el nodo andaluz de
canal sur en cuya realidad, Susana Díaz es una gran estadista respetada por
todos los líderes mundiales.
Superstición, ignorancia, verbalismo confuso y
extremismo son los denominadores comunes en el pensamiento andaluz cuyos falsos
tópicos de pintoresquismo peninsular se aceptan como verdaderos. Pocos dados a hacer funcionar la razón y
alérgicos a los libros, los andaluces están condenados a seguir en su infierno.
Los últimos microbios inventados en la taifa del sur tienen el marchamo de IU,
cuyas taras mentales están basadas en una interpretación errónea de la historia,
afortunadamente superada. Por no hablar de las bacterias del PP, justificando
la escasa inversión del gobierno central en nuestras provincias sureñas muy
dadas, por cierto, a despellejarse por cualquier asunto nimio.
La izquierda andaluza ha pasado de las
barricadas a las mariscadas y el andaluz sonríe orgulloso con el acontecimiento.
No hay nada bueno en ser andaluz, ni en la vida, ni en la muerte. La última
ocurrencia del bipartito andaluz en este sentido ha sido una ley para que los
andaluces que estén a punto de irse al otro barrio, no puedan disponer
libremente de su dinero un año antes de su presumible muerte. Un ataque a la
libertad que lejos de empujar al pueblo hacia la revolución, les conduce a un
nuevo silencio cómplice.
Si el PSC apoya el derecho a decidir, como
hace su pléyade de palmeros subvencionados, yo, ciudadano libre del Reino de
España, también tengo derecho a decidir no pertenecer ni un segundo más a la República Bananera
de Andalucía. Por tanto, quiero ejercer mi derecho personal a independizarme de
la taifa del sur de una vez por todas. Mi nueva bandera será del color de los
labios rojos de mi amada, y sus muslos mi refugio donde protegerme del acoso de
los descerebrados andaluces.
Sergio Calle Llorens
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