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domingo, 8 de septiembre de 2013

EL MISTERIO PLA

Josep Pla es el mejor escritor español en lengua catalana. Su prosa ágil y luminosa deja a todos los escritores posteriores en esa lengua a la altura del betún. Con el genio de Palafrugell aprendemos los secretos de un burgués metido a payés. Su espíritu cosmopolita. Su amor por Italia. Su mediterraneidad. En verdad, el autor de Cuaderno Gris tiene un lugar de honor en la literatura mundial y, pese a ello, sigue siendo un gran desconocido para las nuevas generaciones. De él se ha dicho que tonteó con el anarquismo y el fascismo e, incluso que fue catalanista de joven. Todo es cierto, como también que era un señor que colaboró con Cambó para el servicio secreto de Franco. Periodista y licenciado en derecho trató de ser un cronista de nuestro tiempo pero dejó de escribir sobre acontecimientos mundiales como el holocausto judío.  En cambio, su mirada certera retrata a una España republicana en la que no deja títere con cabeza. Contradicciones que no le roban ningún mérito como escritor.

Pla es el buscador perpetuo del adjetivo. Su Viatge a Catalunya, sus trabajos como corresponsal y sus viajes le pusieron en el eje central de sus escritos. Es un viajero perpetuo que usa su pluma con majestuosidad. Sus narraciones llenas de sabiduría nos acarician como la música de un violín. Pla es el amante de las cosas tangibles y concretas, el hombre convertido en personaje que se supera en cada página. El de Palafrugell es descreído, tacaño y algo misógino. De hecho, parece alejarse de cualquier tipo de relación romántica. Empero, tuvo muchas relaciones de amor. Esperanza Suquet fue su amor de juventud, Mercedes su novia en sus años estudiantiles de Barcelona. Tampoco podemos olvidar a su amor italiano, esa Rosetta Lagomarismo con quien escandalizó a sus familiares. De Ally Hercovitz a la que amó en Berlín a Adi Enberg, una escandinava nacida en Barcelona que hablaba varios idiomas, entre ellos el catalán, con la que convivió en Paris. Fue la danesa agente de Franco y, al parecer, tuvo una hija de Pla. De hecho, es reconocido que durante muchos años, estuvo mandándole dinero a Suiza. La muchacha se llamaba Rose Enberg. Curiosamente, Pla no menciona a su gran amor en toda su obra. Es más, en su última entrevista a TVE, afirmaba que era incapaz de amar. Que se había enamorado de un prado, de un paisaje pero nunca de otro ser humano. Que una vez tuvo un amor pero que había terminado muy mal. Si Quevedo era incapaz de tener relaciones normales con las mujeres pues sus pendencias tabernarias o prostibularias ya que no concebía una relación en igualdad con ellas, Pla tenía como modelo de mujer a su madre, una ama de casa que mandaba en el domicilio familiar. Adi Enberg representaba todo lo contrario. A la nórdica le gustaba escuchar a Pla, corregir su obra pero nunca aceptaba el papel de mujer que se quedaba en casa al margen de los asuntos del marido. Por eso, fracasó su relación. Muy emotivas fueron sus cartas de amor publicadas por su editor, cartas que hablan de un romance entre el escritor y Liliam Hirsch; “Un amor de Josep Pla al Canadell”. Para cerrar el círculo con las mujeres, Pla mantuvo dos romances más con Consuelo Robles y con Aurora.

La derrama y el amor de Pla por las mujeres contrastan con sus afirmaciones públicas sobre ellas. El misterio del autor es que no supo, o no pudo, encontrar a esa mujer que le sacara un compromiso vital. Tal vez su tacañería y su egoísmo jugaron un papel fundamental en el hecho de su soledad. El prosista catalán afirmaba que escribía elegías ciertamente descabelladas sobre la soledad y la creciente tristeza de la época. Pero si Pla no es capaz de describir con soltura su relación con el sexo femenino, el resto de sus descripciones nos llegan al alma. El misterio de Pla, por tanto, no es tanto su relación difícil con las mujeres, sino preguntarnos cómo es posible que las obras del genio de Palafrugell no se estudian en los institutos de toda España. Una prueba más de la poca sesera que tienen aquellos que dirigen los planes educativos patrios. Como diría Pla; el asma del discurso educativo. Háganme caso por una vez, y lean a Pla, sus almas se lo agradecerán eternamente

Sergio Calle Llorens

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