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viernes, 7 de junio de 2013

LA FOTO

Una fotografía recoge un instante detenido en el tiempo que jamás volverá a ser vivido de la misma manera. Cada escena puede servirnos para explicar los momentos claves de nuestra existencia, un momento de belleza o de enorme dolor. Durante años he ido captando lugares y personas que me han arañado el alma. Ayer mismo, sin ir más lejos, tuve el placer de contemplar un rato la luna por el cielo ligeramente velada por una bruma fina en una suspensión suave sobre el mediterráneo. Olas marinas que se rizan en busca de su playa malagueña. Capté el momento y lo guardé en algún rincón de mi memoria donde, por cierto, conservo el material que necesito cuando las cosas no marchan.

A veces las imágenes bellas contrastan con esos momentos feos de la vida que, ni aún queriendo, la cámara quiere recoger. Uno de ellos, fue protagonizado allá por los noventa por el parlamento de Andalucía que presidía el ínclito Diego Valderas. Toda la asamblea regional envuelta en una enorme carcajada por el error sobre el sexo de un parlamentario; risas y más risas que dieron la vuelta al mundo. Y es que la gracia andaluza no se puede aguantar. Salieron entonces los típicos tópicos sobre el arte de los sureños. La escena me dejo perplejo entonces. No entendía de qué se reían sus señorías, pero ha pasado el tiempo y, ahora aquellas carcajadas adquieren un siniestro significado.

Las risas eran el resultado de saberse cretinos y estar cobrando un pastón, sin merecerlo. Derecha troglodita a un lado e izquierda al otro como máxima representante del latrocinio. En realidad, los diputados reían desde su nacimiento pues ni en sus mejores sueños se habían imaginado un festín semejante.

Las barbas del hermano de Alfonso Guerra, la mascota de la Expo ahogándose en el Guadalquivir, los escándalos de Chaves, los ERE fraudulentos,  la oposición que no es alternativa sino que alterna, un día sí y otro tan bien, con la torpeza, explican las risotadas de esa panda de patanes metidos a proyectistas de sueños imposibles. Los andaluces no lo sabían entonces. Ahora sí saben las causas de tanto cachondeo. Lo trágico es que a la mayoría, las risas les sigue pareciendo la prueba fehaciente de la superioridad cómica del pueblo andaluz. Esa foto, queridos amigos, lo explica todo.

Sergio Calle Llorens

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