En el brumoso amanecer de Dublin me detengo junto al teatro
Abbey donde, la noche anterior, fui a ver "La Muerte" de James Joyce. Una
producción dirigida por Joe Dowling que estará en cartel hasta el 19 de enero
de 2013. Es una historia registrada en mi memoria de forma indeleble desde los
días en que probé el encanto dublinés. A veces recito de memoria la parte
final:
Yes, the
newspapers were right; Snow was general all over Ireland . It was falling on every
part of the dark central plain, on the treeless hills, falling upon the Bog of
Allen and, further westward, softly falling in the dark mutinous Shannos waves.
It was falling, too, upon every part of the lonely churchyard on the hill where
Michael Fury lay buried.
Un cuento de navidad
donde Gabriel Conroy y su mujer Greta atienden la cena de nochebuena de las tías maternas.
Mujeres mayores que intentan que la velada sea un éxito. En la historia, una pléyade
de personajes secundarios, que vienen a ser un recordatorio de todos los protagonistas
de la novela Dublineses, van protagonizando escenas divertidas donde la música,
la alegría, los debates hacen las delicias de todos los lectores. En la novela,
como en la representación de Dowling, el jolgorio siempre se ve amenazado por
una sombra incómoda y pertinaz que amenaza por llevarse todo por delante.
Gabriel recuerda su romántico encuentro y su atracción con
Gretta. Una atracción marcada por el amor y, también, por su deseo de poseerla
y controlarla. Sin embargo, va a sufrir una de las lecciones más duras de su
vida cuando una vieja melodía, triste como pocas, induce a su mujer a un estado
de extraña melancolía. Como cuando baila con la nacionalista irlandesa Miss
Ivors, Gabriel se ve, de pronto, frente a un mundo que no sabe, ni puede
controlar. Incapaz de dar una respuesta convincente, Conroy se limita a afirmar
que está enfermo de su propio país.
El despertar de Gabriel se produce en el hotel cuando su
mujer le confiesa el origen de su triste melancolía; Michael Fury. Un chico que
murió por ella en el oeste de Irlanda. Ella lo recuerda bajo su ventana,
enfermo, empapado por la lluvia, pidiéndole que no se marche de Galway. Finalmente,
Gabriel comprende que él es incapaz de amar de esa manera, sin reservas, con
ese grado de entrega. Su vida sosegada, llena de control y sin pasión alguna contrasta
con la de Michael Fury. Un espectro que visita a su mujer en forma de canción
durante la nochebuena. Gabriel no siente celos, sino una gran tristeza por él
mismo. Finalmente se ve como una sombra de persona, un lugar donde el mundo de
los vivos y de los muertos se cruza. El esposo de Gretta reconoce, tras
escuchar el relato doliente de su mujer sobre Michael Fury, que éste sigue vivo
y él es el muerto. Mientras su mujer solloza de puro dolor, Gabriel mira por la
ventana y ve la nieve caer por toda Irlanda. Imagina los copos reinando sobre
la tumba de Fury. Un día, más pronto que tarde, él también se convertirá en una
sombra y, desgraciadamente, no será recordado por nadie, pues sólo los que son
capaces de vivir siguiendo a su corazón trascenderán la muerte.
Hay historias que tienen dibujada en su rostro arcanos próximos
a la descubierta. La muerte de James Joyce es una de esas historias que, una
vez alzado el velo de Isis, podemos vislumbrar sus secretos.
Sergio Calle Llorens
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