España, sencillamente, necesita a un partido serio de centro
izquierda de la misma manera que a uno de centro derecha. Agrupaciones capaces
de alternarse en el poder cuando uno de los dos falla. Esa es la base de
cualquier democracia occidental y, por supuesto, la mejor receta por la que una
nación puede prosperar. Por eso, se me antoja una desgracia que en estos
momentos de zozobra, un partido clave en la transición española vaya camino del
cementerio. No será porque no avisamos de las políticas tarambanas de Zapatero;
estatutos de autonomía con alma de estado, cordón sanitario al PP, pactos con
partidos anticonstitucionales, y un largo etcétera. Por eso, aunque a muchos
les sorprenda, me entristece que el PSOE esté camino de convertirse en el PASOC
griego.
Para una gran mayoría de electores, los socialistas se han
convertido en un partido poco fiable y demasiado voluble. Algunas veces se
ponen el disfraz de Besteiro, para un poco más tarde, cambiarlo por el de Largo
Caballero. Y no es que el PSOE, no haya dado muestras de ser ecléctico en su
historia. Recordamos como pactaron con la dictadura de Primo de Rivera y
arruinaron después a la II República.
Hoy día, lo mismo vemos un PSOE pactando con la Falange en el municipio
malagueño de Ardales, que con los independentistas catalanes del tripartido. Vaya
que la cosa no ha cambiado mucho desde los tiempos de Alfonso XIII.
En este estado de cosas, los socialistas viven abrazando el
latrocinio institucionalizado andaluz o el federalismo asimétrico del PSUC. Hay
tanta confusión entre sus filas, que
cuando un ciudadano introduce en la urna una papeleta del PSOE, no sabe si está
votando a un partido de izquierdas, o a una agrupación xenófoba estilo la
Lega Nord italiana: “Nos roban, nos
humillan, no nos quieren, nos vamos”, que tan suyas han hecho los socialistas
catalanes. Luego cuando llegan al poder, los socialistas aplican aquello del “ya
veremos”, “vuelva usted mañana que todavía no tenemos ni puñetera idea de cómo vamos
a resolver los problemas patrios”.
Los electores que, aunque lo parecen, no son bobos del todo,
si quieren decantarse por una izquierda crepuscular, votan a IU, y si comparten
simpatías con los nacionalistas, ahí tienen la opción de Convergencia. También
tiene narices que el partido sea dirigido por una ejecutiva de perdedores
estilo Trinidad Jiménez, la otrora amiga de los saharauis. Mujer que va de
derrota en derrota, sin que le avergüence seguir presentándose a lo que sea.
Una curiosa forma de actuar basada en la estrategia de leña al mono hasta que
hable euskera, se haga de izquierdas o gane alguna votación. ¿Qué tal la de la más
tonta de la clase, Doña Trini?
El cóctel socialista es una gota de populismo de izquierdas,
unos litros de corrupción y unas gotitas de espíritu democrático cuando ocupan
los sillones del poder. Pero ahora que no dominan ni una sola capital
importante de provincia y barridos del mapa autonómico, las elecciones
catalanes se nos antojan como el último capítulo de un partido que perdió el
norte el mismo día que aquel infausto leonés se hizo con la secretaría general.
Ya ha llovido desde entonces, y ahora, caen chuzos de punta sobre las sedes
socialistas. Nos hablan de renovación, y llega Griñán dejándose querer obviando
que es un hombre marcado por la ganadería andaluza ERE. Elevan el nombre de
España y sale Carme Chacón bailando sardanas federalistas. Un esperpento en
toda regla para el final de un partido que prometió cien años de honradez pero
no dijo cuando empezaba. El cóctel ha resultado ser Molotov para España y para
ellos mismos. Eso tiene haber cumplido una única promesa electoral en las últimas decadas: Aquella de
que “a este país no lo iba a reconocer
ni la madre que la parió”. Ya te digo que lo consiguieron.
Sergio Calle Llorens
No creo que nadie, hoy en día, tenga la confianza plena de ver volver a ser al sucialismo lo que antaño fue. zETAparo fue una bomba atómica dentro de la estructura del partido que consiguió destruirlo al mismo tiempo que se cargó la totalidad del país. De esos polvos vienen éstos lodos. Ahora, mientras sucialismo y país se afanan en buscar el rumbo, el Contador de Nubes, hace el agosto en el Consejo de Estado a razón de ciento cuarenta mil euros anuales. De Traca.
ResponderEliminarUn saludazo.