Fíjense en el cuadro de
Gisbert, el fusilamiento de Torrijos. Una obra que recurre al purismo academicista con las playas
malagueñas de testigo. Los prisioneros que van a ser ejecutados se
alinean esperando los disparos del pelotón de castigo. Torrijos está al frente de los liberales, tomando de
la mano a dos de sus compañeros, Flores Calderón, vestido con
levita clara, y al anciano Francisco Fernández Golfín, ex ministro
de la guerra. También está en la escena Robert Boyd, hoy enterrado
en el cementerio inglés de Málaga. Los frailes van tapando las
caras a aquellos que lo solicitan. Y es que la muerte, casi siempre,
tiene un rostro aterrador. El espectador puede sentir las frías
pinceladas que acentúan la desesperación y la rabia de aquellos que
provenientes de Gibraltar querían acabar con el tirano de Fernando
VII. Nunca sabrán quien les traicionó. Tal vez ni siquiera la
historia sepa nunca quien se escondía tras aquel que hacía llamarse
Viriato. Lo único cierto es que las campanas de la iglesia de El
Bulto doblaron por los liberales en aquella maldita hora.
Han pasado muchas lunas desde que
el cuadro fuera encargado por el gobierno liberal de Sagasta, durante
la regencia de María Cristiana, pero la obra sigue emocionando a
aquellos afortunados que visitan el museo de El Prado y se detienen unos
minutos a contemplarla. Lo que no ha cambiado es la vieja aspiración
de los liberales españoles de tener una constitución donde todos
los ciudadanos seamos iguales ante la ley. Un texto donde los vascos y
los navarros no tengan más privilegios económicos por aquello del
respeto a los fueros. Privilegios que quieren compartir los catalanes
logrando el pacto fiscal, o los hispalenses con su estatuto especial de capitalidad para garantizarse las inversiones
del gobierno de turno, como si no hubiesen tenido suficiente con tres
décadas de gobiernos socialistas.
No entienden que los
ciudadanos somos los que tenemos derechos, no los territorios. Por
eso hoy les invito a ver el cuadro de Gisbert con otros ojos, porque
esos viejos camaradas somos, una vez más, usted y yo, esperando a
que un Zoido, Griñán, Más o el Arzallus de turno manden descargar la fusilería
sobre todos nosotros por oponernos, obviamente, a que los vascos, sevillanos o catalanes sean más por el simple hecho de serlo. Y sí, podrán seguir fusilando a los
liberales, pero no por eso, nuestra mirada dejará ser tan desafiante
como aquella de nuestros compañeros de armas caídos en las playas malagueñas. Después de todo,
Málaga es, y será, la primera en el peligro de la libertad,
Sergio Calle Llorens
Me dejan sin palabras tus artículos, eres el mejor articulista que he conocido nunca. Eres de las pocas voces independientes y críticas en el panorama.
ResponderEliminarTienes toda la razón cuando hablas de los privilegios de esa gente por haber nacido en un determinado lugar de España. Los ciudadanos debemos de ser iguales ante la ley siempre y no por ser de Sevilla o de Navarra. Me quito el sombrero una vez más.
María
Muchas gracias pero desgraciadamente somos una selecta minoría, tanto en Málaga como en el resto de España.
EliminarUn Abrazo
Vuelve el Rebelde del Sur con sus entradas y muchos te damos las gracias, pero a ver si te prodigas más que llevas muy pocas entradas para mi gusto.
ResponderEliminarRocío Antijunta
Siento no haber podido escribir más a menudo pero estoy en el centro de muchos proyectos y, junto al trabajo, se me hace muy cuesta arribar publicar lo que yo quisiera.
EliminarUn Abrazo
Si Torrijos levantara la cabeza se moriría del disgusto de ver una sociedad malagueña, adormilada, aborregada, sumisa y absolutamente entregada a sus malhechores, es insoportable la situación que vivimos, y no haya un revulsivo a este abuso insostenible,
ResponderEliminarGracias Sergio, por lo menos por publicar la verdad, aunque una mayoría pensará que estás (como nos ocurre a otros)
ResponderEliminar"chalao"
Lo que piensen mis paisanos de mi, me trae completamente sin cuidado. Yo cuento mi visión de las cosas, el resto no lo puedo controlar. Saludos
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