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viernes, 18 de mayo de 2012

TONTOS VARIOS; HUSH, HUSH

Cuando a María Gámez le picó el gusanillo de la política, la población mundial deseó que hubiera sido una víbora. Pues sabíamos entonces que era otra socialista que arribaba a la cancha andaluza para colocar a sus familiares. Como miembro de la secta del capullo, sufrió en política lo que se conoce como el síndrome de Vito Corleone, ese trastorno  que empuja a que toda guerra sangrienta tenga que ser finalizada por la familia. La hija del farero con menos luces que un barco pirata, sólo tenía de lista un papel con los nombres de los suyos. Un documento tan largo como la infancia de Heidi. Y a todos colocó la muy descerebrada. Ganada su guerra, olvidó la de los demás; parados, funcionarios públicos y demás colectivos que han sufrido las medidas loquinarias del régimen clientelar andaluz. A pesar de ello, muchos siguen convencidos de que los recientes recortes llevados a cabo por el gobierno regional, y que no haya ni para pipas son culpa del pérfido ejecutivo central. Cuestión que se explica por el excesivo consumo de ácido lisérgico, y por los 30.000 enchufados socialistas, que también tienen a un familiar conseguidor como Calamity Gámez. 

 Otro caso perdido es el de un señor que donde dijo digo, digo Diego, Valderas, se entiende. Ese bobo que prometió luchar contra la corrupción y subir los impuestos a los ricos. En cambio, serán los empleados públicos fijos los que pagarán una subida de tasas de un máximo de un 6,5% frente al 15% de los eventuales, lo que les convertirá en mileuristas. Como no hay pasta por aquello de que el socialismo se termina cuando se agota el dinero de los demás, pronto comenzarán los despidos, pero no de los suyos. Echarán a profesores y médicos, grandes profesionales en su mayoría, como también es profesional de la idiocia el comunista andaluz, que anda buscando financiación para el metro de Málaga. No me extrañaría que intentara hallar la plata para el suburbano en Cuba o Venezuela. Sobre todo ahora en el que la Junta de Andalucía ha recortado 250 millones de euros más para que el gobierno de Rajoy le aprobara las cuentas.

 Celia Villalobos ostenta el título de marquesa del merdollenerío. Una tipa pegada a la mala educación, que no sabe de nada y que va por el mundo de perdonavidas. Su caso es estudiado, como mal ejemplo claro, en todas las escuelas de diplomacia del mundo. Una forma de actuar chabacana, especialmente hiriente siendo Vicepresidenta del Congreso. Ayer mismo protagonizó un incidente al tildar de machista a un diputado socialista. Posteriormente, la han obligado a disculparse. Sin dudas, la malagueña es como lo del banco malo, que no hay uno bueno. Afortunadamente, con los años a cada uno se le pone la cara que se merece, y su rostro va adquiriendo un razonable parecido a la muñeca pepona.

 Elena Valenciano es la prueba viviente de que en España las mujeres que valen se meten a empresarias y las que no, se hacen sindicalistas o socialistas. Es una persona especialmente paciente si, al final, se sale con la suya. Y eso engloba a tener la última palabra para decir sandeces. La última conocida fue rebuznada recientemente al acusar a la derecha española de ser la responsable de la burbuja inmobiliaria mundial y de la caída de Lehman Brothers. Todo para devolver a la mujer “a la cocina”. Creo que yo no la mandaría jamás a la cocina, pero si a una nueva escuela para regenerarle la mente

. Podríamos rellenar páginas enteras sobre lo idiotas que son nuestros políticos. No hay marca electoral que se libre de ellos. Necesitamos, por tanto, una regeneración, y sin embargo creo que es buen momento para recordar el discurso de Unamuno: “Es inútil callar la verdad. Todos estamos mintiendo al hablar de regeneración, puesto que nadie piensa en serio en regenerarse a sí mismo. No pasa de ser un tópico que no nos sale del corazón sino de la cabeza. ¡Regenerarnos! ¿Y de qué si aún no nos hemos arrepentido?” Es una pena, pero hay gente en España que todavía no se ha arrepentido de votar a esta pandilla de analfabetos funcionales que nos ha llevado al desastre. Está todo perdido y a mí sólo me quedan fuerzas para recordar los versos de mi admirado Quevedo:

                                            Miré los muros de la Patria Mía,
                                            Si un tiempo fuertes, ya desmoronados,
                                            De la carrera de la edad cansados,
                                            Por quien caduca ya su valentía.

                                            Salíme al campo, vi que el sol bebía
                                            Los arroyos del hielo desatados,
                                            Y del Monte quejosos los ganados,
                                            Que con sombras hurtó su luz al día.

                                            Vencida de la edad sentí mi espada,
                                            Y no hallé cosa en que poner los ojos
                                            Que no fuese recuerdo de la muerte.


Sergio Calle Llorens

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