CONFESIONES EN GIBRALFARO

Al alba, el majestuoso Castillo de Gibralfaro seguía suspendido entre la mar y el cielo. Cubierto por la neblina, la fortaleza parecía sacada de un cuento escocés. Bajo sus piedras, el silencio sólo era roto por una bandada de gaviotas en busca de su desayuno en las frías aguas de la mañana. El olor a la patria salada se mezclaba con el fuerte aroma de los pinos. Si no hubiera tenido una cita con mi garganta profunda, me habría quedado a contemplar como las luces de la ciudad morían en la lontananza y los barquitos buscaban refugio en la bahía. Pero el frío de la invernada había hecho acto de presencia. Además no quería hacer esperar a mi contacto. Era hora de las confidencias.


El hombre que hasta hace poco me amenazaba de muerte, me tendió un sobre con información detallada acerca de los periodistas de Málaga que reciben prebendas del ente autonómico. Sevilla sí paga a traidores. Lista que publicaré con todo lujo de detalles. Después me confesó que Andalucía está al borde de la bancarrota, y que el déficit llega ya al 8%. Le digo que la Consejera de Hacienda, Carmen Martínez Aguado desveló en Onda Cero que el déficit real alcanza al menos el 3%, contradiciendo a Pepito Griñán cuando afirmó con rotundidad que éste era del 1,3%. Garganta profunda me dice que se ha dado orden de meter las facturas en el cajón y que el único dinero disponible se reparte entre asociaciones o colectivos que puedan ayudar a ganar las elecciones. Con la mirada gacha y los ojos entornados me va confesando la falta de control y el despilfarro que ha caracterizado, al menos durante una década, el dinero de las arcas públicas andaluzas. En resumen, la situación financiera de la comunidad más pobre de España es para echarse a temblar. También me comentó que la implicación de los consejeros en el reparto de las ayudas en el famoso “fondo de reptiles” contaba con el conocimiento de los consejeros. Su acusación no me sorprendió en absoluto pues el ex Director General de Empleo de la Junta declaró ante la Guardia Civil que las decisiones sobre los ERE eran compartidas. Incluso, el ahora acusado, llegó a declarar ante la benemérita que “recibió el mandato de garantizar la paz social en Andalucía”. Su modus operandi consistía en conceder ayudas a empresas para planes de viabilidad, o para pagar las prejubilaciones de sus empleados. Y todo al margen de la ley, sin control administrativo alguno.


Durante un rato, permanecí en silencio mientras Garganta Profunda me daba todo lujo de detalles del funcionamiento de los ERE. Lo dejé añadir que si el PP vence en las próximas elecciones regionales, se conocerá que los expedientes de regulación de empleo son apenas la punta del iceberg. Al escucharle, llegué a la conclusión de que la Junta lleva regalando millones de euros a sus militantes en el último decenio, dinero que tenían como destino a los parados andaluces. Sonrío fríamente para decirle que todo eso ya lo sabía yo, que al margen de la lista de periodistas, quiero saber más. Me emplaza a una segunda reunión justo en el momento en el que las nubes comienzan a descargar. Por un momento pienso que el cielo llora, de pena, por todos nosotros.