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miércoles, 27 de julio de 2011

EL ASESINO NORUEGO


El terrorista noruego ha declarado a la policía de su país que actuó con ayuda de dos células. Imagino que hablaba de las dos neuronas que le quedan en el cerebro, que en su caso no son las células grises que tanto ayudaban el detective Hecule Poirot. El patético escandinavo es, según su propia declaración, masón, templario y, añado yo, un gilipolla integral de primera categoría. Un tipo que se da en algunos países del norte de Europa: Escandinavia, una inmensa tarta que posa bonita ante los comensales, ajenos a que algo está podrido en su interior. Conozco el paño porque viví en las frías tierras del norte donde, por cierto, nunca han llegado a mezclarse del todo con los otros habitantes del planeta tierra. Hablar de Escandinavia es hacerlo de aislamiento y racismo. La idílica Noruega abrazó el nazismo y sólo cuando los campos de batalla pusieron a Hitler en su sitio, le dieron aparentemente de lado. Luteranos, serios y poco comunicativos, tiene el mayor índice de suicidios del mundo. Crearon el paraíso, según su propia definición, pero todo paraíso tiene su correspondiente infierno. Y éste también es suyo. Porque la responsabilidad, aparte de la personal, también debe recaer en una sociedad donde las teorías sobre el superhombre y la raza superior cuajaron y de que manera. Sí, algo huele a podrido en el Reino de Dinamarca, en el noruego y en el sueco. El terrorista noruego de cuyo nombre no quiero acordarme, es responsabilidad de una sociedad que ha defendido en los últimos lustros que todas las ideas son respetables. Pero el nazismo, el fascismo, el estalinismo y el islamismo radical no son más que el rostro del mismo diablo. Mirar para otro lado no va a resolver el problema de estos grupos de extremistas que se necesitan para respirar. Gentuza que en Francia llegan al 25% y en Noruega el 23% que es el segundo más votado. En España, los radicales son nacionalistas vascos cuyo credo político nos ha costado más de 1000 muertos. Así que ojito con mirar el asunto con cara de superioridad, porque somos igual de cretinos que los rubios del norte. Eso sí, un poco menos racistas cuando el moro trae dinero o el negro juega en el equipo de nuestros amores. El español medio no puede llegar a entender ni el origen de la tragedia, ni mucho menos que la oposición noruega no haya pedido ya la dimisión del primer ministro Jens Stoltenberg. Y es que ellos leen, y aquí una gran mayoría no ha pasado de la cartilla Palau.


Sergio Calle Llorens

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