Dicen los sabios que en la vida es mucho más importante hacerse las preguntas correctas que hallar las oportunas respuestas. Sin embargo, y en el caso que nos ocupa, yo no estoy tan seguro. En primer lugar, habría que preguntarse para qué sirve la demonizada Deep Web. Una cuestión que viene siendo respondida casi de forma unánime por muchos gurús de la información que, en mi opinión, deja mucho que desear. Especialmente porque todos parecen indicar que es un lugar- en realidad no lo es- donde solo podemos encontrar asesinos a sueldo, pornografía infantil y mercados virtuales de drogas. Incluso llegan a recomendar a los usuarios que no entren en esa web oscura porque una vez dentro nuestras vidas podrían cambiar, y a peor, para siempre. Y es como dijo Sir Walter Raleigh no es la verdad sino la opinión lo que viaja sin pasaporte por el mundo. Estoy convencido de que tras leer este trabajo el lector entenderá la manipulación informativa de la que está siendo objeto en todo este enigmatico asunto.
El Gran Hermano
El mundo que imaginó George
Orwell en su libro 1984 se ha hecho realidad con unos gobiernos que
monitorizan casi todos nuestros actos desde una esfera casi invisible para los
indefensos ciudadanos. En España,
por poner un ejemplo cercano, los contribuyentes estamos vigilados
constantemente por el sistema de interceptación de comunicaciones electrónicas
Sitel, elaborado por Ericsson para
el gobierno de Aznar y que puso en
práctica Rodríguez Zapatero. Una tecnología que permite
pinchar todos los teléfonos al mismo tiempo y conocer, entre otras cosas,
nuestro operador telefónico y hasta el contenido de nuestras
conversaciones. Los neófitos en la
materia pensarán que esto solo puede ocurrir con la autorización de un juez,
pero, en verdad, los servicios de inteligencia operan sin permiso de nadie para
espiarnos. Incluso la mayor red de espionaje del mundo que desarrollaron los Estados Unidos llamada ECHELON- red para interceptar todas
nuestras comunicaciones y que es controlada por los países anglosajones- tiene
una antena en España y otra en Alemania para recibir los informes de
la red.
Si Echelon o
Carnivore pueden analizar también el contenido de los emails que se
intercambian en el mundo, y si no me cree escriba un mensaje electrónico con
las palabras bomba, parlamento Europeo y jueves a ver qué pasa, el control de
los ciudadanos a través de las tecnologías es fragrante. Por ejemplo, el Lotus Notes de IBM presenta en su
código secreto una serie de datos encriptados que permiten el acceso al
contenido del mensaje en cuestión. Incluso IBM
admitió en su día la existencia de dichas facilidades para que la Agencia
Nacional de Seguridad pudiera evitar ataques contra Estados Unidos. Además, no deja de ser sintomático que las
versiones de Lotus Notes que se
venden a los usuarios europeos sean más frágiles que las que se encuentran
disponibles para los norteamericanos. Incluso el Outlook o el Explorer de Microsoft
también presentan esas mismas puertas traseras. Para los cándidos que todavía no estén
convencidos de lo que aquí les dejo escrito, les recomiendo que escriban un
documento en Microsoft Word. Una vez
hecho esto, ábralo utilizando bloc de notas que incluye el sistema operativo Windows, descubrirá una serie de
símbolos y gráficos y, entre ellos, podrá ver con sus propios ojos el nombre
del autor, las partes que fueron borradas y hasta las horas en las que se
escribieron.
Como el que espía sabe que puede ser espiado, los
norteamericanos crearon el proyecto TOR-
acrónimo de The Onion Router- un
sistema de enrutamiento por capas de tráfico de internet que, permite navegar
de forma anónima. Por tanto, estamos ante una alternativa llena de libertad
lejos del escrutinio de los gobiernos.
La Realidad Oculta
La red en la que la mayoría de los ciudadanos navega supone
tan solo un 4% de los contenidos que existen en internet mientras el 96% se
encuentra sumergido en la deep web.
A pesar de lo que se cuenta, no es un lugar, ni está escondido y hay mucho
menos los niveles de criminalidad que tanto señalan algunos. Es más, podemos
encontrar muchos más contenidos pedófilos en la red habitual que en la deep web.
La Deep Web es un
estado de ánimo. Un pensamiento
libertario. Una forma de luchar contra los poderosos. Una herramienta eficaz
para poder opinar sin que nuestras ideas queden registradas para siempre. Un método
seguro en el que los disidentes se comunican sin el temor de ir a prisión o ser
señalados para siempre. En definitiva,
una experiencia liberadora para todos aquellos que nos oponemos a los gobiernos
corruptos.
En verdad, la Deep
Web es el peor lugar para organizar o cometer un crimen. Incluso la
utilización del sistema de pago de
Bitcoins es la moneda menos anónima que existe en la red. El problema es
que se repite una mentira hasta la saciedad y la gente termina creyéndola.
Incluso es mucho más fácil comprar armas en el mercado negro en España, y no digamos ya en Estados Unidos, que por este sistema.
Llegado a este mundo, el lector inteligente se estará
preguntando a qué viene tanta histeria con la deep web. La respuesta es muy simple; porque los que mandan tratan
de demonizar esta red con el objeto de que los posibles usuarios se asusten y
decidan no entrar jamás en ella. Y es
que si decidimos actuar en la red de forma anónima, los gobiernos no podrán
controlarnos. Para evitarlo, las autoridades de Estados Unidos encontraron un cabeza de turco en el caso de Silk Road en el que condenaron a cadena
perpetua a Ross W. Ulbricht por crear
una plataforma en la deep web a
través de la cual cobró supuestamente
millones de comisiones en ventas de drogas. El caso, cuyo veredicto llegó en un
tiempo récord, ha supuesto un antes y un después para aquellos empeñados en
seguir actuando sin la mirada inquisidora de las autoridades. El gobierno estadounidense
trató con gran dureza el caso de este joven físico en el que se mezclaban las
regulaciones bancarias, el mundo cibernético y la guerra a los carteles de
drogas. Evidentemente, tuvieron un gran éxito a pesar de no haber encontrado
ninguna prueba de que Ulbricht hubiera
ordenado matar a nadie.
La Privacidad
Son legión los que afirman que como ellos no esconden nada,
nada tienen que temer del escrutinio de las autoridades. Empero, ese
pensamiento está muy lejos de la realidad. En primer lugar, somos mucho más vulnerables en la red de redes
en las que nuestras cuentas de email son constantemente pirateadas por hackers que buscan estafar a nuestros
familiares y amigos. Los casos de robos de contraseñas a todos aquellos que
usan una red wifi gratuita es el pan nuestro de cada día. En segundo lugar,
pero no menos importante, los gobiernos nos espían porque simplemente pueden. Está
más que demostrado que ningún terrorista
se comunica a través de internet para cometer atentados. Ni siquiera lo hizo Osama Ben Laden. Es más, no hay nadie que haya podido
demostrar, al menos de momento, que el ataque a la privacidad de nuestras
comunicaciones nos haya conducido a vivir en un mundo mucho más seguro. Durante
demasiado tiempo hemos dado por hecho que teníamos que renunciar a nuestra
privacidad para que los gobiernos pudieran protegernos de los malos y, como no
tenemos nada que esconder, pues hemos de dejarles que sigan espiándonos cuando
les viene en gana. Huelga decir que tenemos mucho que esconder porque la información
es poder y, porque en un futuro esa información pudiera ser usada contra
nosotros para fines espurios.
Para que el gran público entienda la gravedad del asunto,
voy a mencionarles lo que está ocurriendo en el Reino de Dinamarca que pasa por ser, entre otras cosas, por el
país menos corrupto del mundo. Sin embargo, ya se han dado pasos en la tierra
de Han Christian Andersen para
excluir el dinero como forma de pago- de hecho cada vez son más los sitios en
los que no se puede pagar en efectivo en esa parte de Escandinavia- de tal forma que todo hijo de vecino tendrá que
abonar con tarjeta dejando por tanto constancia de nuestras actividades. Así,
una simple cena y una noche de hotel con la amante o, la compra de revistas
pertenecientes a medios críticos con el gobierno, puede significar la caída en
desgracia de muchos en el devenir que se aproxima.
La privacidad no es un privilegio sino un derecho
fundamental de la ciudadanía. Una forma de libertad. Y por la libertad, como
decía nuestro admirado Don Quijote, se puede y se debe
aventurar la vida. Por lo tanto, no es de extrañar que esos caballeros andantes
del siglo XXI, que ya no llevan
armadura ni van a caballo, hayan decidido oponerse a los tiranos o, simplemente
vivir en el más completo incógnito que les brinda la deep web. Por consiguiente, los usuarios de Internet harían bien en
pasar al anonimato porque esta supuesta “red oculta” no es el infierno de Dante sino el paraíso de todo buen
libertario que se precie. Como ven, en este caso no es lo más importante no es
la pregunta de por qué se ha dejado engañar tanto tiempo, sino su oportuna respuesta sobre el momento en el que
el ciudadano inteligente decidió pasarse a la deep web.