BERNARDO DE GÁLVEZ: HÉROE DE LA INDEPENDENCIA AMERICANA





Los norteamericanos, aparte de los eruditos en el tema, perciben su independencia como una guerra entre las 13 colonias y Gran Bretaña. No es de extrañar que muchas películas de Hollywood destaquen la ayuda francesa en la lucha de los rebeldes en su lucha contra la pérfida Albión. Sin embargo, la aportación española fue fundamental en la humillante derrota inglesa. Uno de los personajes en aquella aventura americana fue D. Bernardo de Gálvez. Si nuestro héroe hubiese nacido en otra nación, hace tiempo que habría sido elevado a los altares de los más grandes. Pero desgraciadamente nuestro personaje no nació en Francia, o en Inglaterra, sino en un pequeño pueblo de la provincia de Málaga: Macharaviaya. Corría el año 1746. El hijo de Matías de Gálvez- vencedor de los ingleses en Centroamérica- iba a dar muy pronto pruebas de su valía. Realizó sus estudios militares en la academia de Ávila, y tras conseguir con grado de teniente con sólo 16 años, participa en la guerra de Portugal, donde los lusos fueron derrotados. Su estrategia y táctica militar, fueron clave para que los mandos se fijaran en este hombre valiente y resolutivo. Algunos años después de la campaña portuguesa, ya con el grado de capitán, viaja a Méjico. Aliado con los indios ópatas, lucha contra los apaches. En ese año, ya había conseguido el grado de comandante de armas de Nueva Vizcaya. El éxito de Gálvez, como ha ocurrido en muchas batallas de la historia, se basaba en el estado moral de las tropas. Como señalan varios autores norteamericanos, Gálvez supo mostrar esta moral superior para hacer frente al enemigo, y transmitirla al ejército. En sus contiendas bélicas fue ejemplo de honor y solidaridad entre sus soldados. No había nada que Gálvez pidiera a sus soldados que no estuviera dispuesto a realizar él mismo, no había peligro al que no enfrentara a sus milicias, que nuestro héroe no compartiera con ellos- Éstos consideraban un honor servir bajo sus órdenes, las cuales, eran cumplidas con una fe ciega en el malagueño. En 1775 participa en la expedición de O´Reilly a Argel, donde tras conquistar el fuerte que defendía la ciudad, consigue el ascenso a teniente general. Pero D. Bernardo, guerras aparte, tuvo tiempo para atender la llamada del amor, y se casó con Doña María Feliciano Saint Maxent, joven viuda criolla. Con esta mujer tuvo tres hijos. Un año después de su matrimonio, funda la ciudad de Galveztown en el noroeste del golfo de Méjico, en Tejas.

Poco tiempo después los españoles contarían con Gálvez para infringir una terrible derrota a los hijos de su graciosa majestad. Derrota que sigue siendo muy celebrada entre los escolares estadounidenses en la actualidad, que siguen venerando la figura del héroe que vino allende de los mares.


Antecedentes



A causa de la guerra de los siete años- 1756-1763- entre Inglaterra, por un lado, y, por otro, España y Francia, nuestra nación tuvo que ceder la parte sur de La Florida. Este tratado conocido como de Paris, se llevó a cabo en Versailles en 1763. Pero dos años más tarde Gálvez recuperaría de nuevo la provincia de La gran Florida para España, cuando Inglaterra derrotada tuvo a bien firmar el segundo tratado de Paris.

Carlos III no pudo poner toda su atención en la cuestión norteamericana, antes de entrar formalmente en el conflicto de 1779, hasta que la victoria española sobre los portugueses en la campaña brasileña de Santa Catalina, a principios de 1777. Cuando eso ocurrió, el ministro Castejón envió a su subordinado la Real orden del 8 de abril sobre el plan de operaciones en América. En la citada orden se le ordenaba alcanzar los siguientes objetivos:

- Despejar a los ingleses de Pensacola
- Tomar Mobila y Pensacola
- Expulsar al enemigo de las costas caribeñas en Centroamérica
- Afianzarse en Caracas, Cartagena de Indias y Portobello
- Capturar Jamaica y las Bahamas

Ni que decir tiene que para poder llevar a cabo estos planes, España tuvo que armar una gran flota. La más grande enviada hasta aquel entonces. La armada estaba bajo las órdenes de Solano. Su flota levó anclas el 28 de abril de 1780. El general Solano, otro hombre intrépido, socorrió los dominios españoles en sus Indias occidentales. Con razón y con justicia, en 1784, Carlos III concedió a José Solano el título del feliz ardid por evitar la escuadra inglesa de Rodney, que pretendía darle un golpe definitivo.


La estrategia inglesa



Para poder sofocar a las colonias rebeldes norteamericanas y tratar de que la Luisiana española no apoyara militarmente y económicamente a dichas colonias, Gran Bretaña tuvo que aumentar sus fuerzas militares en la Gran Florida. Para ello, reorganizaron sus ejércitos en la costa oriental de Norteamérica, incluyendo el este de Canadá. Concentraron sus fuerzas, no solamente en el norte, sino también en la Gran Florida, , ya que al no reconocer el Reino de España la esclavitud en esos territorios, los esclavos buscaban refugio en esos territorios. Inglaterra presionaba para su devolución y ponía como condición:

O devolución de esclavos o concesión de nuevos territorios. Ante tal disyuntiva, nuestros gobernantes optaban por lo segundo. Los ingleses, por tanto, querían aprovechar la situación para tomar más tierras españolas, y matar dos pájaros de un tiro. Pero ni los rebeldes norteamericanos, ni los españoles estaban dispuestos a dejar ganar el terreno.


Victorias españolas


Rotas las primeras hostilidades, Gálvez y sus heroicos hombres arrebataban sucesivamente los fuertes de Manchack, Baton Rouge, Paumure de Natchez, Thompson y Smith. Para que el lector se haga una idea aproximada de la grandeza de las operaciones españolas, volvamos por un momento al segundo fuerte tomado por los hombres de Gálvez en la batalla de Baton Rouge.

Baton Rouge

Gálvez tras tomar el fuerte Manchack sin una sola baja, dirige sus fuerzas contra el fuerte de Baton Rouge. Los ingleses empezaban a temer el empuje español, y pronuncian el nombre del malagueño con creciente temor. D. Bernardo llegó el 20 de septiembre de 1779 descubriendo una pieza bien fortificada que contaba para su protección con 350 soldados regulares. Flanqueados por la artillería de la fortaleza, el uso frontal de la artillería española se hacía imposible. Era necesario trazar un plan alternativo para tomar la plaza. Otra vez el bueno de Gálvez diseñó un plan para poder avanzar sobre la ciudad. Para lograr su objetivo, disparó a los británicos desde un bosque cercano, los cuales respondieron girando sus armas. Los españoles escondidos entre el espeso follaje, sólo sufrieron tres bajas. Mientras tanto, los ingenieros crearon una línea de trincheras y establecieron zonas de tiro seguras. Una vez terminado el trabajo, dirigió sus tropas hacia el fuerte. La treta había dado resultado. Tras tres horas de combate, los ingleses capitularon. En los términos de la rendición se incluía la de los 80 infantes regulares del cercano Fort Panmure, Nachez en la actualidad. Con estas victorias, los españoles limpiaban de fuerzas inglesas el estuario del Mississipi. A resultas de ello, el río pasó a manos españolas. Algunos días más tarde los rebeldes pudieron navegar hacia el lago Pontchartrain y expulsar a los británicos de sus aguas.



Mobila



Tras liberar el río Mississipi de fuerzas ingleses, Bernardo pudo dirigir sus fuerzas hacia Mobila- en el actual estado de Alabama, cerca de Pensacola- Con una flotilla de 12 barcos y 754 hombres, comenzó a maniobrar con sus barcos para iniciar las operaciones de asedio. Mobila estaba defendida por el comandante Durnford, al mando de 97 regimiento inglés N: 60, los realistas de Maryland, 54 mercenarios, 51 esclavos y 2 cirujanos. Los ingleses no pudieron resistir por mucho tiempo las acometidas españolas. Era el 9 de febrero de 17980, y los británicos se rindieron- Habían pasado tres días desde el inicio del asedio- con 65 piezas de artillería. Mientras el comandante Durnford firmaba la capitulación, un ejército inglés de 1100 hombres que venían de Pensacola para auxiliar a los sitiados, emprendió la retirada sin llegar a luchar. Los españoles, sin embargo, persiguieron a los casacas rojas, llegando a capturar un capitán y 20 dragones. En recompensa por estas victorias, Gálvez fue ascendido a mariscal de campo.

Pero los ingleses no se resignaron a dejar el puerto de Mobila en manos españolas. Así, en enero de 1781, el general Campbell envió una fuerza de 600 hombres- 300 casacas rojas y 300 indios- para recuperar la plaza. La resistencia española fue feroz, y tras comprobar que era imposible vencerles, volvieron a Pensacola, una vez más, con el rabo entre las
piernas.



El asalto a Pensacola



Pero la pieza más codiciada tardaría en caer en manos españolas. Tras las dos expediciones fracasadas, Gálvez estaba decidido a darle el golpe definitivo a los británicos. Tras muchos preparativos, la flota española soltó amarras el 28 de febrero con el fin de socorrer Mobila y Nueva Orleáns, y juntas conquistar La Florida. No es un secreto que nuestro héroe consiguió el mando total de la tropa terrestre, por sus conexiones familiares. Aunque, sin duda, sus dotes militares también le ayudaron en tal designación. La armada contaba para la ocasión con unos 32 barcos de transporte, además del navío de línea San Ramón, varias fragatas, balandras, paquebotes, saetías, bergantines y dos lanchas cañoneras. El número total de soldados embarcados era de 1467. Sin embargo, la orden real especificaba tener al menos, 4000 hombres para llevar a buen puerto la misión. Pero “ Yo sólo Gálvez” tenía otros planes, ya que aunque todos pensaban que era mejor socorrer Mobila y luego atacar Pensacola, decidió ir directo a Pensacola. Para ello, escribió a su tío José, solicitando el permiso real para la


expedición a dicho lugar. A pesar de no tener la flota preparada, el permiso fue concedido. Pero para poder llevar a cabo el plan, Gálvez se reunió en el navío San Bernardo, con los cuatro comandantes de los buques de guerra: Serrato, Goicoechea, Alderete y Chacón. La reunión tuvo lugar en la mañana del 3 de marzo cuando soplaba viento del suroeste. Gálvez les informó del nuevo plan, navegar directamente hacia Pensacola y desembarcar en la isla de Santa Rosa, desde donde atacarían Punta Sigüenza, situada a la entrada de la bahía. De esta forma, el español pretendía proteger sus buques del fuego cruzado de las barrancas coloradas y del de Sigüenza. Todos estuvieron de acuerdo con el plan, aunque el comandante de la flotilla Calvo y Ezpeleta habrían preferido tomar primero la batería de Barrancas coloradas.


Santa Rosa



Los españoles desembarcaron en Santa Rosa con la moral alta y con ganas de combatir. Desde Santa Rosa, los 1315 hombres que componían la fuerza terrestre avanzaban hacia Sigüenza. La marcha nocturna fue dura, pero cuando los hombres del coronel del regimiento Aragón, Francisco Longoría, cuya misión era la supuesta batería que allí se encontraba, y que debía guardar la entrada oriental de la bahía. Se toparon con un parapeto medio destruido en el que sólo había tres cañones desmontados.


El general Campbell había intentado, sin éxito, levantar este reducto. Por ello, centró la defensa de Pensacola en la construcción del reducto de la marina, en las barrancas coloradas. También mejoró las tres nuevas fortificaciones en el cerro, situadas encima de Pensacola. Lo que se demostraría un gran error como tendremos ocasión de ver, error que le costaría a la pérfida Albión una derrota que les llevaría al desastre.

En aquellos momentos, Gálvez trataba de convencer a Calvo de que forzara la bahía con el navío San Ramón. Pero Calvo decepcionó a todos cuando vieron que el San Ramón viraba de borda y regresaba al punto de partida. La situación era crítica, ya que si se desataba un temporal sureste- habituales en la zona- la flota tendría que alejarse y los soldado de Santa Rosa quedarían abandonados a su suerte, y sin posibilidades de recibir víveres. Hay que entender, de todas formas, la posición de Calvo, ya que aunque estaba el malagueño estaba al mando de todas de las fuerzas, él era el responsable de la seguridad de los navíos. Era lógico que tuviera dudas sobre la posibilidad de que un gran navío con 70 cañones pudiese pasar por el poco profundo canal de Pensacola. Además encallar, es un pecado mortal para un marino, y más para un capitán de navío.


La situación era deseperada, pero al menos llegaron noticias de la inminente llegada de los hombres de Mobila. Así se envió a Riaño y Rousseau a sondear la profundidad de la entrada. Los ingleses abrieron fuego, pero no hubo bajas. Había llegado el momento de la verdad.


“Yo sólo”



Gálvez penetró en la bahía de Pensacola el 18 de marzo. Antes envió un mensaje a Calvo:

“El que tenga honor y valor que me siga, yo voy delante con el Galveztown para quitarle el miedo”

El marino enfurecido comenzó a acusar a Gálvez de traidor y amenazó con colgarlo. Gálvez había calculado que para forzar la bahía, tenía que pasar tres kilómetros de distancia de la artillería inglesa. Por lo que estarían todo momento a tiro. Sin embargo, a pesar de los riesgos, no había nada de suicida en su plan, pues dudaba de su puntería desde esa altura. Con la balandra Valenzuela, dos lanchas cañoneras, el bergantín Galveztown decidió jugarse el todo por el todo. La audacia y valentía del malagueño son dignas de ser recordadas por todos sus compatriotas.

Imaginen la escena. Gálvez en la orilla sur de Santa Rosa, subiendo a un bote que lo iba a llevar al Galveztown. Eran las dos y media de la tarde, del mismo día 18. Una vez en el bergantín ordenó al capitán Rousseau extender todas su velas con su estandarte bien visible. El buque disparó las 15 salvas del saludo reglamentario para que los ingleses no tuvieran ninguna duda de quien iba al mando. La tensión podía palmarse en el ambiente. En la batería de Barrancas, los ingleses observaban en silencio, mientras los españoles murmuraban entre dientes: “Vamos, vamos, vamos”. Gálvez bien visible en la toldilla. Entonces, los ingleses abrieron fuego. 28 o 29 cañonazos atravesaron las velas de las embarcaciones, pero sin hacer verdadero daño. Una vez pasado el peligro, la Galveztonw se dirigió a 2 kilómetros del fuerte de Barrancas. Las 4 embarcaciones estaba ahora bajo la protección de la batería española de Punta Sigüenza. Los soldados españoles de esa batería se abrazaban emocionados al ver la hazaña, y dispararon 15 salvas para saludar a los artilleros ingleses. Más tarde Carlos III en reconocimiento por la heroicidad de Gálvez, añadió al escudo de armas de Gálvez el lema: “Yo sólo”.


Por su parte, los capitanes de los 4 barcos, pidieron permiso a Calvo para entrar en el puerto, pero éste dolido por la afrenta del héroe, no permitió a nadie efectuar la maniobra. Finalmente, el malagueño le mando una carta instándoles a olvidar el pasado, y seguir con la guerra. El marino estuvo de acuerdo y al día siguiente las fragatas españolas entraron en la bahía, intentando quedar lo más alejadas posible de las Barrancas Coloradas. En una hora, los españoles habían pasado. Tan sólo la Santa Cecilia, fue alcanzada por los disparos ingleses. No puedo, ni quiero, llegado este punto, dejar de destacar el hecho de que D. Bernardo abandonó la seguridad del Galveztown y salió en una pequeña embarcación para dar ánimos a los marinos. El avispado lector, se estará preguntado por la poca pericia inglesa a la hora de acertar con la artillería. Pero la respuesta es simple. Si los ingleses hubieran motado las baterías en Punta Sigüenza o en la playa de Barrancas, hubiesen evitado la entrada de los españoles en la bahía. Sencillamente las colocaron demasiado lejos.

Cuando los españoles culminaron la operación, el prestigio, el valor, y la audacia de Gálvez se agigantaron. Su posición contrastaba con la de Calvo, que junto a Francisco de Miranda, volvió a La Habana en el San Ramón. El marino privó a D. Bernardo de su mejor navío de guerra para conquistar Pensacola. No me detendré ni un minuto en analizar las razones que empujaron a Calvo a tomar tal decisión, pues fuera o no su actitud correcta, no es objeto de análisis de este trabajo.

De cualquier forma, los españoles siguieron adelante con la moral muy alta, y con la determinación propia de españoles. Ezpeleta escribió a Gálvez : “ Ahora comienza el baile”


Refuerzos



Los 900 hombres de Mobila llegaron tras vences a los grupos de indios que trataban de oponerse a los soldados españoles. También arribaron a tiempo los refuerzos de Luisiana, para comenzar el sitio de Pensac ola. A los españoles les preocupaba mucho la posibilidad de que los ingleses quemaran Pensacola, por lo que Gálvez advirtió al general Campbell, que si así actuare, no se les concedería una capitulación de honor. El día 22, los soldados del coronel José de Ezpeleta llegaron a Punta Agüero, en el interior de la bahía. Al día siguiente las tropas de Nueva Orleáns al mando de Agüero y el regimiento fijo de Luisiana, pasaron con éxito el fuego de las Barrancas


Campbell


El otrora arrogante Campbell le veía ahora las orejas al lobo. Sus tropas como reconoce, en algunas de sus cartas tenían la moral por los suelos. Además las siete compañías de la XVI estaban compuestas por soldados veteranos y reclutas alemanes. De hecho las 8 compañías del LX, la mayoría de los soldados era de origen alemán, y además criminales. Si hacemos caso de las palabras del inglés: “ Ni los waldeckers, ni los provincianos eran aptos para el combate” Una vez más, el tradicional racismo inglés hace acto de presencia para justificar la derrota.

Por otra parte, Campbell, por razones estratégicas, comenzó la construcción del St George en el cerro. También ordenó construir el reducto de Media Luna a un kilómetro del fuerte. La estrategia de Campbell es evidente. El británico pensaba que los españoles, si tomaban Pensacola, no podrían ocuparla por mucho tiempo, si los ingleses dominaban las tres fortificaciones en el cerro.


Una batalla larga y dura



Los españoles estrechaban el cerco a Fuerte Jorge pero la tarea era difícil. En cada acercamiento hispano, los indios aliados de los británicos les infringían muchas bajas a los hombres de Gálvez. Esto motivó que cambiaran la ubicación del campamento en varias ocasiones. Para hacerse una idea de lo que los españoles tuvieron que soportar, valgan los ataques protagonizados por los regimientos de Maryland Y Pensilvania, del fuerte Jorge al mando del capitán Johnstone. La cosa pintaba mal. Disparos, gritos, sangre, cañonazos y el constante grito de los indios que les apoyaban. La situación era desesperada, hasta que Gálvez llegó al campamento. Impartió órdenes, combatía, animaba a los suyos, hasta que éstos empezaron a perseguir a los británicos que huían en desbandada. Los españoles se cobraban su primera victoria en Pensacola, aunque el coste en vidas humanas fue alto. Ahora, sí a alguien le cabía alguna duda, la batalla sería larga y dura. De hecho, Gálvez empezaba a reconocer que la toma de la plaza no sería tan fácil como había pensado en La Habana.

Cada día se combatía a los ingleses y a sus aliados indios que atacaban y hostigaban a los españoles en el Bayú Chico. Además faltaba munición, y Campbell decidió comenzar un nuevo ataque en la parte superior del Bayú chico. No era mala la jugada del inglés, a fin y al cabo la artillería inglesa no podía detener a la tropa de Gálvez. Por ello, dio orden a los West Florida Rangers para comandar un ataque. Al mando iba el comandante Joseph Pinhorn. En la refriega, Gálvez fue herido de gravedad. Cuentan que la bala que le alcanzó el estómago, chocó contra un dedo de su mano izquierda salvándole la vida. Los ingleses sufrieron la baja de Joseph Pinhorn. Gálvez estaba muy preocupado por el devenir de los acontecimientos, y sólo al recibir las noticias de que su padre D- Matías de Gálvez- Capitán General de América Central- había vencido y expulsado a los ingleses de Nicaragua, recobró el optimismo, ordenando tres salvas para celebrar la victoria.


Buenas noticias de Solano



Los españoles temían que una flota inglesa al mando del Almirante Rowley llegara para socorrer a los sitiados. Pero fue la escuadra de Solano la que apareció para reforzar a los de Gálvez. De hecho, en una de las cartas interceptadas a Campbell, el mayor Christian Frederic Penzel, le informaba con las siguientes palabras:

“ Creemos que la aparición del almirante Rowley está próxima”

Los españoles, al fin, vieron en la lejanía como una flota de navíos se aproximaba hacia ellos. El silencio reinaba en el campamento español. Fueron momentos de gran tensión, a nadie se le escapaba la importancia que tendrían en el desenlace final de la guerra, la nacionalidad de la flota. De pronto, alguien gritó, es una bandera española, son de los nuestros. Los soldados se abrazaron alborotados, porque en efecto, era la gran escuadra

de Solano con docenas de transportes y 2000 soldados de refuerzos. Ahora Gálvez, que empezaba a recuperarse de sus heridas, estaba completamente seguro del éxito de la misión.

Con 15 navíos de línea protegiendo la entrada de la bahía, y con una tropa comandada por Manuel de Cacigal, la bandera de España pronto ondearía orgullosa en Pensacola. Cacigal le comunicó a Gálvez que la tropa llegada de La Habana, estaba compuesta por unidades de los regimientos de Aragón, Cataluña, Guadalajara, Hibernia y Soria. El malagueño no cabía en si de gozo. Además la intención de Solano era dejar las tropas de Cacigal en Pensacola y retornar a La Habana para realizar tareas de escolta de un convoy, cuya misión era invadir Jamaica. Sin embargo, además de las cartas interceptadas a Campbell, corría el rumor de que otra flotilla inglesa con base naval en Savanah se acercaba a Pensacola. Al marino no le quedó otra que quedarse hasta que la plaza fuera tomada. Su escuadra se mantuvo alerta protegiendo la bahía, impidiendo que a Campbell le llegaran refuerzos.


Hay que destacar que el inglés sólo tenía 1800 soldados, mientras que los de Gálvez con las nuevas unidades hacían un número de 14.000. Pero a pesar de ello, los ingleses iban a presentar una resistencia total.


Asalto Final


La estrategia de Gálvez era la misma que cuando inició el sitio de la plaza. Excavar trincheras en lugares estratégicos para protección de sus soldados y de sus baterías. En la madrugada del 4 de mayo, los ingleses abrieron fuego contra las posiciones españolas. Tras el ataque artillero, 120 hombres y 80 soldados Waldechers atacaron el flanco izquierdo de la trinchera causando 20 muertos. El contraataque español fue comandado por el famoso regimiento de Hibernia, en el que el teniente Hugo O´Connor resultó herido. Tras este combate, por lo que los ataques cesaron. Así, llegamos a la fecha clave del 8 de mayo. Cuando los españoles en un certero tiro, de hecho era el primer cañonazo, destruyeron el almacén de pólvora inglés matando a 100 ingleses. Tal acierto artillero hay que apuntársela a un oficial americano del regimiento de Maryland, cuyo comportamiento disoluto le valió la expulsión del fuerte. Como venganza le mostró a Gálvez los planos de las fortificaciones inglesas de Pensacola, señalando el lugar exacto del polvorín de media luna. De ahí que los españoles centraran su artillería en ese punto débil, con los resultados ya conocidos. Una vez ya volado el polvorín, Cacigal ordena abrir fuego sobre

la fortaleza enemiga. Los lugartenientes Ezpeleta y Girón lanzaron el ataque a sus escuadrones para continuar el éxito obtenido por la artillería hispana. Don Bernardo dio orden de ataque total. Los ingleses comenzaron a sufrir, una vez más, la furia española. La lucha era ya cuerpo a cuerpo y los ingleses caían muertos por todas partes. El General Campbell se vio obligado a levantar la bandear blanca anunciando la rendición de Pensacola. El inglés pidió que cesara el fuego por un día, hasta concluir con los términos de la capitulación. Los ingleses estuvieron de acuerdo en rendir toda la provincia de Florida occidental a España.

La ceremonia de capitulación tuvo lugar a las tres de la tarde del 10 de mayo de 1781. 6 compañías de granaderos españoles formaron en compañía de los Rangers franceses a lo largo del fuerte George. El General John Campbell salió con 800 solados ingleses y entregó las armas y bandeas del regimiento XVI, LX, Waldeck, Pensilvania y Maryland- Una de estas banderas puede contemplarse en el museo de los Gálvez en Macharaviaya, provincia de Málaga, cuentan que cuando las tropas napoleónicas intentaron entrar en el pueblo mucho después, los lugareños tomaron esta bandera y al grito de Gálvez, Gálvez rechazaron al invasor.

A consecuencia de esta victoria las campanas repicaron en La Habana, en España, en Nueva España y en Nueva Orleáns, anunciando que la presencia del Imperio inglés en Norteamérica había llegado a su fin, y en consecuencia las colonias de Nueva Inglaterra pasaban a ser independientes de la metrópoli. George Washington y sus agotadas tropas recibieron con inmensa alegría la última victoria de Gálvez, porque gracias a ella, los rebeldes pudieron derrotar poco después a los ingleses en Yorktown.


Desfile de la victoria



En el desfile de la victoria, Washington desfilaba orgulloso en compañía de Gálvez, cuyo bergantín era el único barco extranjero al que se le permitió la entrada en la bahía. La estampa debió de ser preciosa, y culminaba una de las páginas más brillantes de la historia militar de España. Hoy día, en Washington, justo delante del edificio que alberga el departamento de estado norteamericano, se encuentra una estatua de bronce con un hombre a caballo. Representa a un héroe de los Estados Unidos, porque gracias a su lucha decidida, las otrota 13 colonias obtuvieron su independencia. Su figura es venerada en todo el país, pues además de ayudar en su guerra de independencia fundó ciudades en Louissiana, además de la ciudad de Galveztown en noroeste del golfo de Méjico, en Tejas.


Pero su historia no termina un poco más al sur, en Méjico. Allí, su corta pero fructífera etapa como Virrey le granjeó la admiración y el respeto de todos. Entre sus muchos logros, destacan destinar a beneficencia el 16% del producto de la lotería real, su apoyo a la ciencia, las obras del Palacio de Chapultepec, la iluminación de sus calles etc. Cuando murió el malagueño, contaba tan sólo 40 años. Sus restos reposan junto a los de su padre en la iglesia de San Fernando de ciudad de Méjico.

Los americanos solían brindar por Washington y por Gálvez cuando recordaban como habían derrotado a los británicos. Tal vez sea hora de que nosotros también empecemos a brindar por la memoria de todos aquellos hombres ilustres. Por ello, me congratula saber que cuando escribo estas páginas, en los astilleros Nereo de Málaga se reconstruye el famoso bergantín Galveztown, cuya madera de roble ha sido donada por la St Agustine society de Florida. Una vez que terminen los trabajos de reconstrucción, el bergantín recorrerá las ciudades por donde pasó Gálvez. Sin duda, los amantes de la historia estamos de enhorabuena.