jueves, 23 de marzo de 2017

CORTA

No pertenezco a ningún gremio  ni, mucho menos, a un grupo organizado que se precie  en presentarse como tal. Soy, por decirlo de una manera simple, liberal y libertario, pero descreído de las formas de gobierno. Lo mío es puro escepticismo bañado por un toque de romanticismo cuando contemplo los atardeceres cárdenos de mi patria salada. La lectura de buen libro, un paseo por la orilla del mar y unos muslos mordisqueables, o en el orden inverso, son mis únicas aspiraciones diarias. A veces, incluso, mis pretensiones terminan con la mordedura de un libro o con la lectura de unos perniles ajamonados donde se encierran los arcanos del mundo.

 Mi naturaleza es puro individualismo y ni encajo, ni he encajado en ningún lugar de eso que llaman sociedad. Demasiado peculiar para la vulgaridad de una cuadrilla. Demasiadas cuadrillas para un individuo tan  poco corriente. Incluso llegado el momento de mi muerte, no me va a acompañar ni la música camino del camposanto. Si una mala muerte no puede enmascarar una buena vida, una existencia solitaria  solo me lleva a un adiós desolado. Esta certidumbre mía sube como un rosal trepador hasta las arterías de mi corazón. En mi lápida, para vengarme, haré tallar la siguiente leyenda; Les dije que estaba solo y enfermo. 

Arribada la parca mis mejores logros no habrán sido mis obras literarias, sino mis hijos. Criaturas del mismo padre. Un creador imperfecto con mejores intenciones que Yahvé en Jerico. Nada más. Hasta que llegue la muerte, cada vez más cercana, disfruto del olor a dama de noche, a brisa marina en noches con la bóveda celestial cubierta de estrellas. En verdad es mucho más de lo que yo había esperado.

Sergio Calle Llorens

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