domingo, 10 de enero de 2016

BAILANDO

Siempre que escucho al hombre del tiempo decir que las temperaturas bailarán entre tal y cual grados, me imagino al viento de levante gambetear con el de poniente. Al menos aquí, a esta orilla del mediterráneo  donde las brisas marcan tanto el devenir del clima. Supongo que danzar junto a una pareja es un acto de belleza donde uno dirige y el otro se deja llevar. Mi problema, si es que puede expresarse así, es que prefiero el baile en solitario. Especialmente tras los bailoteos del año pasado con los compañeros de página del diario digital El Demócrata liberal. Personas con las que solo me unía el deseo de acabar con el gobierno corrupto de la Junta de Andalucía. Empero, no me van las danzas tribales que tan bien resuenan en algunas junglas.

Afortunadamente he tenido la ocasión durante las coreografías de conocer a un par de personas que han demostrado, además de sus peculiares pasos a la hora de mover el esqueleto, que merecen muchísimo la pena. Me estoy refiriendo claro está a Paco Romero y a Cornelia Cinna a los que deseo la mejor de las suertes porque, sin duda, la meritan.

Dejo atrás una coreografía llena de embrollos y polémicas porque, después de todo, mis artículos-para qué negarlo- han sido de los más comentados y visitados. Algo esencial para cualquier medio que se precie. Algo habitual desde que empecé a escribir párrafos sueltos para los Diarios.  El problema, ya les digo, ha sido la falta de empatía con alguien nacido fuera de sus límites mentales. Especialmente con esa Divina Higea cuyos artículos demuestran la necesidad de visitar a un psiquiatra, y con urgencia. Una nulidad, desde todos los puntos de vista, que reúne todos los vicios que detesto en una bruja que me hace recordar aquello de;

“Any de pluges, fora bruixes”.

Por tanto, quiero comunicarles que no volveré a bailar con esos ex compañeros por decisión propia. Me voy, como dijo Adolfo Suárez, sin que nadie me lo haya pedido pero, sin duda, mi marcha era necesaria. Pronto comenzaré un nuevo baile en otra publicación con cuyos directores solo mantendré una relación epistolar. Asimismo también podrán seguir mis pasos de claqué en estas páginas.

Lamento haber perdido un año de mi vida en un proyecto en el que se han sentido más molestos mis ex colegas que los corruptos de la taifa del sur contra los que escribía.  No entendieron que yo no era el enemigo pero odiaban, y lo siguen haciendo, mis arrestos porque, como digo siempre, el miedo llama a mi puerta pero nunca encuentra a nadie A un servidor el fin del mundo me pillará bailando o con una espada en la mano.

¡Hasta siempre!


Sergio Calle Llorens

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