jueves, 25 de junio de 2015

LAS REDES SOCIALES


Una persona antes de las redes sociales era un ser incompleto, pero con ellas, es un individuo acabado. Da igual la que usemos porque todas, absolutamente todas, son una gran mentira. Ciertamente tienen una utilidad para comunicar nuestra visión del mundo pero, en realidad dan una falsa sensación de que el resto de mortales nos aprecia.
Es posible que mi apreciación sobre estas plataformas venga determinada por el hecho de que yo no soy un tipo especialmente simpático. Empero, no me parece normal tener a tantos seguidores agregados cuando la mayoría jamás se atiene a contestar a los mensajes. Soy de los antiguos y, si le mando un pésame a alguien por la muerte de un familiar, lo mínimo es responder a ese comunicado que, si no es no oficial, al menos oficializa el cretinismo de quien no lo replica. En el otro extremo encuentro a gente que me felicita por la onomástica como un perro recibe la llegada de su dueño. Incluso llegan a ponerse sentimentales. Y miren, estas cosas me superan porque si realmente me tuvieran aprecio, con mandarme una caja de champán francés me sobra.
De todas las redes sociales la más lamentable, sin duda, es Facebook. Allí encuentras una fauna peculiar que trata de demostrar cuan felices son. Un viaje. Un desayuno con alcaparras. La singular boda del primo Agustín. Un vídeo de mínimos y, por supuesto, esa advertencia que dice; “estoy superfeliz con Pablo Aguilar Martínez. Lógicamente cuando leo  a diario ese tipo de mensajes  mis sospechas se disparan. Esos recados  suelen ser cosa de señoras casadas y, ya saben lo que eso significa. En esa misma línea de sufrimiento se encuentran las féminas que pasan todo el día poniendo fotos luciendo palmito. Supongo que a cada me gusta del personal, la dama llega al orgasmo. Lo sé porque muchas de ellas me lo han confesado en privado e incluso me afean que yo nunca sea de los que aprecian sus instantáneas. En mi defensa he de decir que no tengo defensa alguna porque me importan un carajo las fotos de los otros. Si escribo para diferenciarme de la gente ordinaria, con la fotografía pretendo evocar y nunca provocar infartos de miocardio. Además el mal gusto está reñido con la provocación y una foto de una mujer durmiendo completamente maquillada y luciendo pechotes me produce hilaridad.  También me molestan las causas solidarias tipo; “comparte  si estás a favor de la lucha contra el cáncer”¿ Y quién podría estar en contra de eso? Sin embargo, más que poner chorradas en los muros del libro de las caras, lo relevante sería donar dinero contra esa terrible enfermedad. Que yo sepa, nadie puede acabar con esa dolencia encendiendo velas. En verdad la gente suele compartir esas cosas para que todos puedan ver lo maravillosos que son.  Ustedes que me van conociendo, saben de primera mano que soy un auténtico cabrón. Que no soporto a los papanatas y, mucho menos a los que van por la vida fingiendo ser Teresa de Calcuta.  Además jamás he escondido que soy un soldado que mueve la pluma como la espada.
De Twitter ya he dejado escrito alguna vez que no todos los que lo usan son unos tarados pero todos los tarados tienen twitter. Al margen de ese pensamiento lapidario, encuentro que sus usuarios repiten hasta la saciedad lo mismo que llevan piando otros durante horas. Y se me hace insufrible. Especialmente ahora que la siniestra se ha vuelto rabiosamente antijudía y, la derecha ha abrazado de nuevo a  esa enfermedad mental llamada nacionalmadridismo.  La consecuencia es que esta red social me aburre la mayor parte del tiempo, me ofusca la otra parte y, solo a veces noto el aliento fresco de algún genio.
Por su parte, Linkedin es al mundo del trabajo lo que el servicio andaluz de empleo en la lucha contra el paro; una completa nulidad. Si el propósito de la vida es convertir la potencialidad en perfección, esta red laboral tiene como objetivo fundamental hacer creer falsamente al personal  que puede encontrar trabajo con un par de golpes de ratón.  No se puede ser más rata.
En un mundo donde se confunde movimiento con rendimiento y dar vueltas con avanzar, las redes sociales han venido a consolar a las mal folladas, a los lobos solitarios, a los desempleados y a todos aquellos que sufren taras profundas. Una pléyade que me recuerda a ese chiste:
-          Maruja está lloviendo y sigues siendo fea y gorda de cojones.

-          ¿Por qué me dices eso Paco?

-          Porque me dijiste que con el tiempo cambiarías.
El tiempo es como el dinero que, no cambia a nadie sino que los descubre. Y las redes sociales revelan que la salud mental de  la humanidad lleva al planeta al más terrible de los apocalipsis. Las mejores redes´; las de pesca.

Sergio Calle Llorens

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