sábado, 24 de enero de 2015

MEDITERRÁNEAMENTE


Contemplo desde la Cala del Moral una inmensa alfombra marina azulada que compite con el blanco de la Sierra de las Nieves. La estampa es sencillamente magistral y me detengo a inmortalizar el momento. Siento un frío húmedo intenso junto en el momento que una ola rizada rompe tímidamente contra el roqueo. Reflexiono sobre esta mediterraneidad que permite los contrastes más variopintos; la cocina, los acentos, las pinceladas pintorescas. En verdad, los lugares sin mar me aburren considerablemente. Es el elemento con el que me oriento en la vida. Sin él, el dolor se me hace insoportable.


Soy poco amante del exotismo y, por tanto, muy partidario de los viajes por países civilizados. Me gusta el orden y, no hay nada más organizado que su mar con sus vientos o las montañas nevadas. Luego arriba esa cocina rotunda de los pueblos, y las conversaciones a la hora de la tertulia. Esta fascinación mía me lleva asaltando desde la juventud. Intelectualmente hablando, el mediterráneo es un universo. Desde una de sus orillas, me he empapado de los moralistas franceses y de la prosa mágica de Pla. Stendhal, Heine, Alcantara y todo la sabiduría que he podido ir recopilando han hecho el resto para configurarme.

Mi vida está marcada por unos viajes y una literatura que siempre me hacen volver al lugar de partida; el mediterráneo; Denia, Roma, Corfú, Alicante, Ibiza, Nerja o Málaga son los paisajes patrios que más amo. El gusto de pisar estas playas para proyectar mi sombra que, indefectiblemente, es multicolor y me permite expresarme en diferentes parlas. No entiendo ese desprecio hispano por la diversidad lingüística de las naciones. Yo siento, amo, estudio y me expreso en diferentes lenguas al socaire de mi mediterraneidad. Haber nacido entre estos vientos, tal vez, no me haya hecho ser una persona mejor pero, seguro, algo distinta.

De mediterraneidad hablaba en valenciano con una amiga en Benahavís. Una localidad que es un balcón a la patria salada. Siempre que estoy en esta lengua, recuerdo a la tía Marita con su dulzura y sus profundos ojos azules. Repasamos a los poetas que mejor han tratado ese idioma y terminamos recordando Sicilia. Nuestros pasos resonaban en el empedrado de la localidad malagueña que significa "hijos del abismo". Alzamos nuestros ojos para contemplar la maravilla del Castillo de Montemayor, construcción anterior a la del mismo pueblo y nos quedamos en silencio en las faldas del Monte Matrona, en plena corazón de la Serranía de Ronda. El encanto del lugar se explica, en parte, porque la mayor parte del término municipal de Benahavís es forestal y no hay nada más bello que "Las Angosturas". Solo este pueblo malagueño merece una enciclopedia de elocuentes adjetivos calificativos pero, como imaginan, describir es infinitamente más difícil que opinar. Traté de capturar la magia en mi cámara cuando comenzó a balancearnos una ligera brisa. El cielo estaba impoluto y el nocturno lucía como casi siempre en los inviernos mediterráneos. Podría nacer mil veces pero siempre, lo juro, elegiría este mar sabio y antiguo. Me siento afortunado. Me siento mediterráneamente.

Sergio Calle Llorens

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