lunes, 15 de septiembre de 2014

ROJA Y HONRADA.

 Estoy atrapado entre una luna de montañas y un mar de luz. No tengo el cuerpo para requiebros porque ando renqueante de salud. Sin embargo, no puedo pasar por alto las últimas palabras de Susanita Díaz. Perlas que me dejan una sonrisa a media asta. Además, no consigo conciliar el sueño y escribo mientras espero que el alba derrame sus tonos grises sobre la ventana de mi habitación.

La presidenta andaluza ha afirmado que ella es roja y honrada. Yo, en cambio, creo que debería estar entre rejas por ser una deshonra a todos los andaluces a los que su secta del capullo roba todos los días del año. Sus palabras humillan al sentido común y a la historia más reciente de la taifa más pobre de España. Si la espera es el óxido del alma, los del sur tenemos el ánima enmohecida. Entiendo que sus declaraciones son de consumo interno, como un guante que se le regala a un manco. Supongo que hay peores cárceles que las palabras pero no concibo peor prisión que vivir bajo el yugo de la Junta de Andalucía. No sé como se atreve a decirle al Presidente Rajoy que no hay que vencer sino convencer. Ella que machaca a todos los funcionarios públicos disidentes. Sería buen momento de recordarle como nos amenazan- a veces hasta de muerte señor Juez- los miembros de La Garduña socialista.

Susana Díaz no es una política, es una enfermedad mental incurable. Una dolencia que ha llevado al sur a la ruina a pesar de las ayudas de la Unión Europea y del resto del país. Una forma de entender la política. Si hay decepciones que honran a quienes les inspiran, en la república bananera andaluza el desengaño no existe. Todos son cómplices de este engaño masivo que nos ha llevado a la muerte. Dicen los sabios que los difuntos no acuden a su propio entierro, con la excepción de Andalucía. Un permanente fenómeno para anormales.

El PSOE andaluz es una pose constante. Un delirio que cataloga a la gente por lo que dice y no por lo que hace. Los socialistas hacen el mal y ni son rojos, ni son honrados. Ellos han pervertido el origen de la autonomía. Tres décadas de nada en la que el tiempo se ha derramado en vano.

Si Susana Díaz fuera honrada no habría ido a humillarnos prestando sus respetos en la tumba de Hassan II. Y mucho menos con ese modelito que, supongo, estaba muy de moda en los tiempos de la guerra del Peloponeso.  Al margen de su aspecto de momia decrépita, lo relevante es su cerebro de percebe. Lo importante son los 3000 millones hurtados por sus socialistas en el Caso de los ERE y los cursos de formación. Las palabras se las lleva el viento. Lo único que esperamos es una limpia y que sus corruptos terminen en una prisión como Alcatraz, Sing- Sing o la Bastilla.

Díaz no engaña a nadie porque su corrupción tiene, exactamente, tres años menos que Matusalén. La relación entre los socialistas andaluces y sus gobernados es la misma que la de un propietario de una plantación  y sus esclavos. Estamos ante una época en la que se exigen soluciones y menos palabrería barata. No es momento de que nos vuelvan a vender el pleno empleo pues eso, sencillamente, es como ofrecer esponjas a los borrachos que no pueden llevarse todo el alcohol a casa. Susana es más de lo mismo y, por supuesto, sus votantes son una pandilla de cretinos dispuestos a creerse cualquier papanatada. Entre ellos están las señoras que ven a diario Canal Sur, y esos señores capaces de comprar la loción socialista de Susana que convierte una estatua femenina en una tigresa apasionada.

Susana lleva demasiado tiempo encerrada en su torre de marfil, viajando de coche oficial en coche oficial. No creo que haya tenido tiempo de sentarse para reflexionar ni un momento. Su único talento es para el embrollo y la traición. Su oratoria padece de anemia. Nos baila como si le hubiera pedido prestadas las piernas a su abuela. Y se mueve torpemente con esa música tan deprimente. La de Triana tiene de buena gestora lo que yo de coleóptero. Lo único que se puede añadir es que hay épocas en las que no ser nadie es más honorable que  ser alguien. Por eso prefiero ser un disidente a ir por la vida con el careto y la poca vergüenza de los miembros de la mafia socialista.

En fin, esto se va acabando y antes de partir me dedico a la observación. Veo desde mi atalaya la luna que dibuja una guirnalda de plata que se refleja en mi mar. Escucho el susurro de las olas rompiendo en los acantilados acariciando el silencio. La escena parece una acuarela fantasma del pueblo malagueño que luce en las tiniebla doradas del alba.  Detrás, el monte se alza como una isla fugitiva varada en la marea púrpura de septiembre. Aquí, Susanita y su pandilla de criminales no pueden hacerme ningún daño.

Sergio Calle Llorens




No hay comentarios:

Publicar un comentario