sábado, 19 de abril de 2014

HOMENAJE A SIDE CAR

Caían los hojas del calendario a finales de los felices ochenta cuando, sorprendentemente, la ciudad estaba tomada por diferentes tribus urbanas y la imaginación nos cubría como el agua a su playa con la marea alta. Por los rincones de la Capital de la Costa del Sol ocurrían cosas que hoy, desgraciadamente, son difíciles de creer. Muchas de ellas tuvieron lugar  a 3 cañas del mar mediterráneo en un bar mítico llamado Side Car. Un lugar que elegimos para poner en práctica nuestras querencias de Rock and Roll; chupas, motos y millones de litros de cerveza corriendo por nuestras venas juveniles. En ese glorioso bar, Manu iba sirviendo copas al ritmo frenético que le marcábamos los clientes habituales.

Era un local pequeño en el que las Tedy Girls movían sus cuerpos a ritmo de Beach Boys o de los Trogloditas. La fiesta comenzaba cuando las sombras se alargaban y la luna comenzaba su reinado. No podría decir cuantas veces aullamos aquellas canciones del Loco en la que el Cadillac Solitario era, sin duda, nuestra favorita. Aprendimos entonces que para mirar al sol es mejor adentrarte en la madrugada. Comprendimos que había que desconfiar de la luz para mirar y ver claramente. Aquellas jornadas marcadas por Budy Holly o Stray Cats en la que tuvimos los pies en el suelo para poder tocar el cielo. Y algunos, todo hay que decirlo, lo lograron. De aquellas jornadas nació un grupo musical que llevaba el nombre del local; Side Car. Allí en ese viejo callejón del barrio marinero de Pedregalejo que sigue oliendo a salitre, tocaron esos muchachos sus primeros temas. Creo recordar que yo les compuse un Blues que decía más o menos así en su primera estrofa;

-Cuando la luna esté llena
No me abandones nena
Más si lo haces sin pena
No tendré más remedio que
Romperte el corazón….

La tocaron una noche de verano con un mar embravecido por el levante travieso que no dio tregua en toda la jornada que, por cierto, nos impidió darnos el baño pelotero habitual en las aguas del mediterráneo. Una forma, como otro cualquiera, de despejarnos de tanta farra antes de volver a casa de madrugada. Aquel grupo dio lugar a otro mucho más profesional llamado Biscuter en el que tocaba, por cierto, Tony Cantero que hoy es guitarrista y compositor de la banda malagueña Chambao. Un tipo que entonces bebía los vientos por el buen Rock and Roll y al que tengo el gusto de contar entre mis selectos amigos.

Side Car fue el lugar donde iniciar nuestro rito de Rock and Roll. El templo musical donde cantamos Doo Wop, ese estilo musical americano que tanto nos gustaba entonces, y nos sigue gustando todavía. Había un estribillo que solíamos cantar a las chicas extranjeras que pululaban por el local, y por todo el barrio;

Every time I look at you
Something is on my mind ( dat-dat-dat-dat-dat- duh)
If you do what I want you to do
Baby, we’d be so fine

Oh, life could be a dream (sh-boom)
If I could take you up in paradise up above (sh-above)
If you would tell me I’m the only one that you love
Life could be a dream, sweetheart.

Y saben qué, estoy convencido de que todos aquellos que compartieron noches en el Side Car y en el resto de garitos de finales de los ochenta y principios de los 90 pagarían, e incluso darían años de su vida, por volver, aunque fuera por unas horas, a vivir aquellas jornadas mágica donde, sencillamente, lo imposible se hacía realidad a nuestros ojos. Hoy que ya peinamos canas la mayoría, me sigue sorprendiendo lo que puede evocar la imagen de una botella de bourbón, una canción de entonces o el ruido de una Harley Davidson a todos los que vivimos aventuras en aquel santuario de hombres valientes; Side Car donde aprendimos la canción del valor en el que de presa pasabas a cazador. Por eso, en esta noche de melancolía levanto mi copa por las glorias pasadas de Side Car, y que, entre otras cosas, no nos falte jamás el Rock and Roll.


Sergio Calle Llorens  

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